21 feb 2014

Capitulo 14

  Sábado en la mañana, me desperté por el olorcito a panqueques que venía de la cocina. Seguro Malena estaba haciendo el desayuno. Me levanté y me di una ducha. Cuando bajé el desayuno estaba en la mesa.


 - Buenos días. – Dije sentándome en la mesa.
 - Bueno días Cari. – dijo Gabriel.
 - Parece que alguien está de buen humor. – Dijo Malena sentándose en la mesa.
 - Si ayer pasé una tarde maravillosa con Ana.
 - ¿Ana es la chica que vino a casa? – preguntó Gabriel
 - Si.
 - Ayer salí de mi habitación sin remera y literalmente tiro baba. – Dijo presumido. Con Malena fruncimos el ceño.
 - Mira quién habla de tirar baba… - Dije riendo. – Hasta por poco no le sacabas fotocopia con la mirada a Malena. – Las dos reímos.
 - Carina cállate, después hablamos de eso. – Susurró Gabriel sonrojado.
 - Esta bien. – Reí. – ¿Que te dijo el jefe?
 - Todo está bien. Hoy le comenté sobre la fiesta de Sebastián “besucón” Estevanez. – Dijo haciendo comillas.
 - Gabriel… - Advirtió Malena-
 - Dijo que es la ocasión ideal para completar la misión. – Dijo Gabriel tomando café.
 - Perfecto. – Añadí. – Ese día en la mañana terminaré con todo esto.
 - ¿En la mañana? – Preguntó Gabriel confuso.
 - ¿Esperas que mate a Estevanez chico y Estevanez grande en frente de un montón de adolescentes? – Dije.
 - Aaaah. – Dijo él. – Entonces en la mañana.
  

  Terminé de desayunar y me puse ropa cómoda, iría a correr.
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 - Malena volveré dentro de una ahora, iré a correr. – Le dije antes de salir por la puerta.
 - Ok.


  Comencé a correr despacio, no quería cansarme tan rápido.

  Por el vecindario no se veía nadie. ¿Seguirían durmiendo? Me había olvidado mirar el reloj antes de salir.
  
  Corrí tres cuadras más y me percaté de que era la cuadra de los Estevanez. En muy poco tiempo pasé por frente de su casa. Por curiosa miré y vi a Sebastián sin camisa lavando el auto. Era como esas fantasías de película, todo ocurría en cámara lenta. Al parecer se había dado cuenta de que lo había mirado y me sonrió. No pude evitar sonreír… Estaba embobada mirando ese físico cuando de repente choqué contra un poste de luz.


 - Puto poste. – maldije en susurro, mientras me tocaba la cabeza.


  Sebastián no tardó más de 10 segundos en salir y asistirme.


 - ¿Estás bien? – Dijo preocupado.
 - Si, es sólo un golpe. – Dije levantándome.
 - Carina te está saliendo sangre. – Dijo. – Será mejor que te lleve adentro y te cure.
 - No, no quiero molestar. – Dije negándome.
 - Claro que no molestas, ven… - Tomó mi mano.


  Entramos, la casa parecía estar vacía. Maldecía en la hora que había aceptado entrar… ¿Y si era una trampa? De haber sabido que esto iba a pasar, hubiese traído un arma escondida, pero por las dudas estaría alerta.

  Un silencio espeluznante había en la atmósfera por primera vez sentía algo de miedo… Y más con lo de la conversación de ayer.


  Flashback


 - Sr Estevanez, obtuvimos la información de una agente anda por detrás de su hijo.
 - Si, yo también he escuchado eso, pero ya hablé con Sebastián de eso y sabe perfectamente lo que tiene que hacer.


  Fin del Flashback


  Subimos las escaleras y entramos en su cuarto.


 - Siéntate. – Dijo. – Ahora veamos qué es lo que tienes. – Parecía un doctor de verdad.
 - ¿Es muy grave doctor? – Bromeé.
 - No, es sólo un corte pequeño. - Dijo riendo.
 - Gracias por ayudarme.
 - Debes mirar por donde caminas. – Reímos
 - Si lo sé. – dije.


  Por un segundo nos miramos fijamente. Sus ojos cafés me estaban hipnotizando.


 - Iré por una venda para limpiar la sangre. – Dijo en susurro. Salió por la puerta. 


 *Genial Carina, ahora ve la forma de salir de esta casa* – Pensé.


  Salí de la habitación y miré hacía los dos lados. Nadie venía. Me dirigí silenciosamente a las escaleras, Pero Sebastián ya venía subiendo.


 - Maldición. – Susurré y volví corriendo a la habitación.


  Un minuto después Sebastián entró con una venda en la mano. Se sentó a mi lado y comenzó a limpiar la herida.


 - Me avisas si te duele. – dijo susurrando.
 - Ok.


  No podía parar de mirar sus abdominales, Estaba condenadamente hermoso y Dios sabe cuánto quise morderme la lengua y no decirle – “Lindos abdominales.” – El sólo sonrió avergonzado. – “Gracias. “ – dijo mirándome fijamente.
Lentamente me fui acercando… —