- Amm yo… yo... – tartamudeó. Estaba nervioso por mi cercanía.
– No tengo mucho que decir sobre mi padre. – Esbozó una sonrisa nerviosa.
- Oh apuesto que es un muy buen hombre de negociosos… - Rocé
mi pie contra su pierna.
- De… de hecho sí, es un muy buen hombre de negociosos… - Dijo
un poco ruborizado.
- Y ¿En qué empresa trabaja? – Me acerqué un poco más a su
rostro. Podía sentir su perfume chocar contra mi nariz.
- Ah… - Dijo mirando mis labios. – Creo que se me olvidó…
- ¿Cómo se te puede olvidar? – Me alejé riendo. Parecía un
perro baboso.
- No lo sé. – Sonrió. – ¿Que quieres pedir? – Dijo mirando el
menú.
- Lo que tú pidas. – Le guiñé un ojo. El me miró sorprendido.
Me gustaba jugar con él.
- Entonces, comeremos caracoles. – Dijo cerrando el menú.
- ¿Caracoles? – Dije sorprendida.
- Si, no me digas que no te gustan.
- Nunca eh probado eso. – hice cara de asco.
- Es mentira. – rió. – Pediremos otra cosa.
La cena continuó normal, no pude sacarle más información sobre
su padre. Era imposible por más que hiciera lo que hiciera no soltaba ni una
palabra.
*- Ay Estevanez, eres tan guapo - * Pensé. *- Un momento… No
no no eso no.* me reprendí.
- ¿Vamos? – Me extendió su mano.
- ¿A dónde? – La tomé.
- A caminar. – sonrió.
Tomé su mano y nos dirigimos a una plaza cerca de ahí. Por un
momento el rozó su mano contra la mía hasta que se animó a tomarla. No dije
nada, realmente me agradaba la sensación que se producía al sentir su tacto. Al
mismo tiempo sentía como Gabriel maldecía en el pequeño auricular que había
colocado en mi otro aro.
- Esa es la fuente de los deseos. – Señaló. – Dicen por ahí
que si tiras una moneda y pides un deseo se hace realidad. – Me sonrió y sacó dos
monedas. Una me la dio a mí y la otra la tiró a la fuente. Dos segundos después
imité su acto.
- ¿Tienes frío? – dijo al ver que me refregaba los brazos.
- Si un poco. – Dije mordiendo mi labio.
- Toma. – Me puso su campera.
- Gracias. – Sonreí.
Él había quedado muy cerca de mí… Sus ojos cafés brillaban a
la luz de la luna y su perfume embriagador me trasportaba a otro lugar donde
sólo existíamos él y yo. Lentamente comenzó a acercarse, automáticamente puse
mis manos en su cuello y él en mi cintura… Ya no escuchaba a Gabriel por el
auricular, tampoco me interesaba, en ese momento lo único que tenía en mente
era besar sus labios.
Estaba a dos milímetros de tocar sus labios cuando mi celular
sonó.
- * Maldito ****** - Insulté en mis pensamientos. Me alejé de
Sebastián y atendí mi celular.
- Hola – Atendí molesta.
- Carina te ordeno que en este mismo instante te alejes de él
y vuelvas a casa. – Dijo Gabriel enojado por el otro lado.
- Está bien. – suspiré. – Nos vemos en casa. – Colgué. – Debo
irme. – Le dije a Sebastián. – Es demasiado tarde y mañana hay escuela.
- Tienes razón. – Sonrió. – Te acompaño hasta tú casa.
Caminamos en el medio de la noche los dos juntos abrazados.
- Aquí es. – Dije parándome en la puerta.
- Am bueno… - Dijo nervioso. – Te veo mañana. – Sonrió.
- Claro. Te veo mañana. – Besé su mejilla.
- Adiós. – Saludo con su mano.
Me metí en la casa quitándome los tacones que me estaban
matando. Al entrar en la sala dejé mis zapatos en la orilla
- GABRIEL ¿DONDE ESTAS? – grité furiosa.
- No estoy en la cocina… - Dijo.
Me fui directamente y ahí estaba él comiendo un emparedado.
- Hola. – Dijo con la boca llena.
- ¿Como que hola? – Dije alterada. Tomé su empardado y lo tiré
al piso.
- ¡Hey! No me faltes el respeto. – Frunció el seño.
- Ya te dije que no me interrumpieras en las misiones soy lo
suficientemente grande como para controlarlas sin que me estés regañando. –
Dije molesta.
- No creo que sea parte del plan estar besuqueándote con Estevanez.
Pensé que eras profesional Carina...
-¡LISTO! SE ACABO – Dije yéndome.
- ¿A dónde vas? – Dijo saliendo por detrás.
- Voy por el teléfono a decirle al Sr. Williams que aborto la
misión. – Dije tomando el teléfono. —