Bajé rápidamente las escaleras en busca de Malena, no la veía
por ningún lado hasta que la vi entrar por la puerta de tras de la cocina.
- Malena…
- ¿Si?
- Anabel acaba de llamarme.
- ¿Que es lo que dijo? – su expresión era seria.
- Quiere hablar, vendrá esta tarde.
- ¿No te dijo por qué?
- No, pero es algo raro. Tal vez viene a sacar información o a
extorsionarnos.
- No lo creo. Pero no te preocupes, no creo que pueda con tres
espías.
Gabriel dejó un pequeño micrófono entre las macetas de las
plantas del fondo. Luego instaló una pequeña cámara por si las dudas intentara
hacer algo que no debe. Él estaría escuchando y viendo todo desde su
habitación.
A las 17:00 Anabel tocó el timbre de la gran casa. Atendí.
- Hola.
- Hola. – Sonrío.
- Pasa, ven iremos al patio trasero. – Indiqué.
- Está bien. – Pasó algo tímida.
No sentamos en par de sillas de jardín.
- ¿De que querías hablar? – Dije seria.
- De lo que tú eres. – Dudó al decirlo.
- No lo sé. – Hice una mueca.
- Vamos Carina, a pesar de que eres un poco rara… eres una de
mis mejores amigas y jamás podría entregarte a nadie sabiendo que pueden
hacerte mal.
- Esta bien, pero lo único que puedo decirte es que esta
misión es muy arriesgada y no quiero involucrarte…
- Pero soy tu amiga, tengo derecho a saber. – Pausó. – ¿Cuál
es tu misión?
- Asesinar a alguien. – miré hacia abajo.
- ¿Quién? – insistió.
- Eso es información confidencial que no puedo revelar.
- Ok, ok, no insistiré más. – Dijo haciendo una mueca. – Pero
realmente me gusta ser tu amiga y no quiero que por esto nos separemos.
- Yo tampoco. – Sonreí. – Me imagino que no le contaste a
nadie sobre esto, o ¿sí? – Arqueé una ceja.
- Claro que no. – alargó.
- Ok.
La tarde continuó entre risas y charlas, pareciera que nada de
esto hubiese pasado y que la mistad entre Anabel y yo seguía siendo la misma.
Pero había algo en ella, estaba tensa, no era la Anabel despreocupada que había
conocido. Me estaba ocultando algo.
- Cari debo irme. - dijo levantándose bruscamente.
- Un momento… - Me levanté.
Me acerqué hasta ella y la examiné con la mirada.
- Levanta los brazos. – Dije seria.
- ¿Ah? – Dijo riendo nerviosamente.
- Que levantes los brazos. – Repetí.
Temerosamente levanto sus brazos. Comencé a palparla mientras
sentía como su pulso temblaba. Palpé buscando alguna grabadora o algo que
pudiese estar grabando la conversación o algo raro. Nada.
- ¿Que pensaste? – Frunció el ceño.
- Tenía que hacerlo.
- Ok… debo irme se hace tarde.
- Adiós. – La despedí.
–Narradora Anabel–
Salí de la casa suspirando de alivio, pero a la vez sentía un
gran dolor en el pecho por estar traicionando a unas de las mejores amigas que
en la vida pude haber conocido.
Camine dos cuadras y en las esquina estaba una camioneta negra
que me esperaba.
- ¿Que dijo? – Dijo el hombre, el cual no conocía porque su
cara estaba cubierta.
- Yo creo que no lo es. – Mentí, para salvarla.
- Dame la cinta. – Extendió su mano.
- ¿No confía en mí?
El hombre sacó una pistola de entre medio de su chaqueta y me
apuntó, haciendo que temblara de miedo.
- Que me la des. – Exigió.
Sin más recurso, saque una mini grabadora de mi zapatilla y
con lágrimas en mis ojos la entregue. El hombre la escuchó y luego rió
perversamente.
- ¿Así que esta es la famosa chica que envió el tonto de
Williams para matarme? – Volvió a reír. – Me serviste de mucho preciosa. – Dijo
acariciándome la mejilla. Yo sólo me alejó con cierto asco y desprecio.
La camioneta paró en una plaza y me baje. —