Comencé a desesperarme y lo único que me quedaba por hacer era patear la puerta a ver si podía derribarla, pero luego desistí de esa idea ya que le podía hacer mal al bebé. Volví a un rincón y me senté allí acariciando mi vientre. Preguntándome si este iba a ser mi final o no.
Sentí el ruido de un auto estacionar y rogaba a Dios que ese fuera Sebastián, pero cuando la puerta se abrió apareció la misma persona que me había traído aquí.
- Lamento la demora cariño. – Dijo cerrando la puerta con llave y guardándosela en uno de sus bolsillos.
- No me llames cariño. – Dije molesta. – Ni si quiera te me acerques, me das asco.
- Vamos linda tú y yo nos vamos a divertir mucho. – Dijo acariciándome el pelo.
- Aléjate. – Le pegué en su mano.
- Escúchame, tú haces lo que yo te digo o tú y tu bebé van a morir en lo que canta un gallo. – Dijo sacando una navaja.
- ¿Cómo sabes que estoy embarazada? – Pregunté sorprendida.
- Te he estado observando por un tiempo…
- Eres un psicópata. – Dije tratando de retroceder pero había llegado al límite de la pared.
- Igual no te preocupes, aún no voy a hacerte nada. Aunque… - Dijo mirándome de arriba a abajo. – Una cosita rápida podemos disfrutar. – Dijo pasando su mano por mi cadera.
- Por favor, no lo hagas. – Dije con unas cuantas lágrimas en los ojos.
- Shhh... No querrás que tu bebé salga lastimado ¿o sí?
No contesté nada.
- CONTESTA.
Negué con la cabeza.
- Muy bien, sólo relájate…
Con su navaja comenzó a cortar mi remara dejándome sólo en corpiño, tiró la navaja a un costado y bajó sus manos hasta el botón de mi pantalón desprendiéndolo y bajándolo.