- Ya dije que no fue para lastimar a Cari, yo realmente la amo. - Dije agachando mi cabeza. - Yo sólo fingí interés por Ivana, ella no se compara con Cari.
Malena me miró con una expresión neutra en el rostro.
- Está bien, te ayudaré. - Dijo tomando sus llaves. - Pero Gabriel no debe enterarse, o te matará. - Dijo apuntándome con el dedo mientras yo solo asentía con la cabeza.
Llamó a una de las vecinas para que cuidara al pequeño Guille y luego salimos en busca de Carina.
***
*Narra Carina*
Estaba sentada en la sala de la casa de Anabel... Realmente era agradable.
Juan estaba trabajando, por lo tanto Ana estaba sola y le venía muy una compañía para pasar la tarde.
- ¿Quieres tomar algo?
- Un té podría ser. - Dije un poco decaída.
- Está bien, vendré en unos minutos. - Se levantó del sofá.
Miré al suelo tomando mi cabeza entre mis manos, mientras mis codos se apoyaban en mis rodillas. Fue entonces cuando mi celular sonó.
- Hola. - Dije al contestar.
- Carina ¿Dónde estás? - Dijo Malena del otro lado.
- En casa de una amiga.
- ¿Qué amiga?
Estaba por contestar pero otra voz hablo por el teléfono.
- Carina, amor, escúchame. - Dijo preocupado. - Necesito explicarte lo que pasó. No es lo que piensas.
- Sebastián, por favor. - Dije tomando mi frente. - No estoy en condiciones de seguir escuchando mentiras.
- Pero sí que eres terca, mujer. - Dijo bufando.
- Adiós. - Dije y colgué.
¿Para qué seguir escuchándolo? Y encima de todo eso Malena lo ayudaba, qué mentiras le habría dicho a ella también.
Unas cuantas lágrimas se deslizaron por mis mejillas.
- ¿Carina qué ocurre? - Dijo Ana dejando la taza de té en la mesita que había frente el sofá.
- Es Sebastián. - Dije rompiendo en llanto.
- ¿Quieres contarme lo que sucedió? - se sentó a mi lado.
La miré por unos segundos y luego le conté lo sucedido, desahogándome completamente.
En esos momento lo que más necesitaba era alguien que me escuchara.
- Ya Cari, tranquila, las cosas se solucionaran. - Dijo palmeando mi espalda.
- Es que hay algo más que no te dije... - Dije levantando mi rostro y limpiando las lágrimas que caían sin cesar.
- ¿Qué?
- Estoy embarazada.
- Oh por dios. - Dijo llevándose las manos a la boca. - ¿y él lo sabe?
- Si. Bueno eso creo... Supongo que vio los análisis. - Dije encogiéndome de hombros.
Estaba a punto de decir algo cuando mi celular sonó, era un mensaje...
Lo abrí y decía:
"Tal vez estés enojada y no quieras escucharme pero al menos lee este mensaje.
Perdóname, no quise lastimarte... sabes muy bien que te amé, te amo y lo seguiré haciendo. Cuando me viste con Ivana eso no era real, yo fingía sentir atracción por ella para desenmascararla. Sí, te creí desde el primer momento... cuando dijiste lo que dijiste de ella supe que era verdad, pero nunca te lo hice saber porque sabía que no era seguro, era mejor que pensaran que yo no sabía nada... esa es toda la historia. Está en ti si quieres creerme o no.
Ah y por cierto, acabas de hacerme el hombre más feliz del mundo. Voy a ser padre. Te amo."
Mi pecho se sobresaltó mientras leía cada palabra. Él me había creído y sabía lo basura que era Ivana. Un brillo de esperanza apareció en mis ojos. Todo había sido una trampa para atrapar a esa sucia sabandija.
- ¿Carina estas bien? – preguntó Anabel al ver mi expresión.
- Si, claro que estoy bien. - sonreí. - Creo que es hora de volver a casa, ya es tarde.
- ¿Segura? No tengo problemas en que te quedes.
- No, está bien. Gracias. - dije abrazándola. - Por cierto, muy linda tu casa.
- Sabes que puedes venir cuando quieras. - Dijo cuando estuvimos en la puerta.
- Gracias Ana. Cualquier cosa te estoy llamando.
- Ok, adiós Cari y felicidades por tu embarazo.
- Gracias.
Comencé a caminar mientras marcaba el número de Sebastián.
- Hola. - dijo del otro lado.
- Leí tu mensaje. - Dije mientras caminaba.
- ¿Me crees? - preguntó algo preocupado.
- Por algo te estoy llamando. - dije obvia. - ... - me quedé en silencio.
- Y...
- Y qué. - sonreí.
- ¿Vas a venir a casa?
- Si, estoy yendo para allá.
- Ok te espero.
Paré un taxi y fui directo a casa. El taxi comenzó a conducir pero no fue por donde debía, al contrario se desvió del camino. Eso ya era extraño.
- Señor...
- ¿Sí?
- Este no es el camino. - Dije seria.
- Lo sé.
- Pues entonces...
- Te quedas callada si no quieres ser lastimada. - Dijo dando media vuelta. Y puede ver que era ese hombre de ojo de vidrio del ascensor.