- ¡Felicidades! - Dijo la doctora sonriendo.
Limpié mis lágrimas y con una sonrisa en la cara le dije:
- Mi esposo se va a poner muy contento cuando le muestre los análisis.
- Bueno, lo único que tienes que hacer de ahora en más es cuidarte, comer comida saludable... y venir a los controles cada mes.
- Ok. Muchas gracias doctora. - Dije parándome mientras le daba la mano.
- Un placer Carina, ya sabes, yo misma me encargaré de controlar tu embarazo.
- Gracias.
Me despedí de la doctora y salí a la vereda.
No podía creerlo. ¡Estaba embarazada! El bebé llevaba un mes dentro de mí y yo sin darme cuenta. En mi mente empezaba a imaginar su ropita, su cuarto, sus juguetes... Era todo tan hermoso que mis lágrimas de felicidad seguían saliendo.
Iba a llamar a Malena para contarle, pero lo mejor me pareció ir a avisarle a Sebastián.
Tomé un taxi. Le caería de sorpresa, con otra sorpresa.
Mientras iba en el taxi acariciaba mi vientre y maquinaba un montón de planes para ese nuevo hijo o hija que vendría.
Llegué al edificio y luego le pagué al taxista.
Subí por el ascensor, pero este se detuvo en el segundo piso donde un hombre con ojo de vidrio subió. Era el mismo hombre que hacía unos meses atrás había subido en el ascensor cuando estaba con Sebastián.
- Buen día. - Dijo serio.
- Buen día. - Contesté un poco incomoda. Su presencia era perturbadora.
Llegué al séptimo piso y bajé rápidamente.
Caminé por el pasillo y abrí la puerta de la oficina. No había nadie. Saqué los análisis de mi bolso y los llevé en mis manos.
Sentí unas voces en el baño y par de sombras que se veían por debajo de la puerta.
Sin pensarlo abrí la puerta y con lo que me encontré fue... algo... Muy fuerte.
- ¡Sebastián Estevanez! - Exclamé mientras las lágrimas amenazaban con salir.
- Carina. - se separó de los labios de Ivana. - Yo... Yo... puedo explicar.
- Haber... - Dije con un hilo de voz. - Dime que debes explicarme. Seguro que yo veo alucinaciones.
- Creo que yo debo irme... - Dijo Ivana.
- No. - la frené. - Tú te quedas.
- Carina hablemos a solas.
- No quiero hablar. - dije limpiando bruscamente mis rostro. - Venía a darte una buena noticia. - Le arrojé el sobre con los análisis.
- ¿Qué es?
- ¿Por qué no lo abres? Oh, cierto... esperaré a que termines de acostarte con esta zorra. ¿Sabes qué? Me arrepiento de haberte conocido. Debí haberte matado cuando tuve oportunidad... No vales la pena Estevanez... - di media vuelta y comencé a caminar lo más rápido que pude al ascensor.
- Carina. - Me tomó del brazo.
- ¡Déjame maldito traidor! - Dije golpeándolo con todas mis fuerzas. - Vete, vete con esa zorra.
- ¿Por qué no me dejas que te explique?
- ¡JA! ¿Y todavía tienes el valor de querer explicarme algo que vi con mis propios ojos? - con toda la bronca y la impotencia que tenía le solté un cachetada. - No me busques nunca más.
El ascensor se abrió y entré rápidamente. Toqué el botón de planta baja y la puerta se cerró antes de que él pudiese hacer algo.
Llegué a planta baja y me puse a pensar.
No iría a casa, sería muy obvio, Sebastián entraría y realmente no tenía ganas de seguir discutiendo, tenía miedo a que eso le hiciera mal embarazo. Desde ahora tendría que empezar a cuidarme.
Iba a ir a la casa de mi hermano, pero era obvio que Estevanez también iría buscarme ahí. Finalmente llamé a Anabel y le pedí la dirección de su casa.
Luego de hablar con ella, tomé un taxi y me dirigí a su casa.