25 oct 2014

Capitulo 19

- ¿Estás loca mujer? – dijo Sebastián.
- Tenía que comprar algo.
- Pero ¿Tenías que gastar tanto dinero? – Preguntó enfurecido.
- Si, si tenía. – Dije molesta. – Y desde ahora en más dormirás en el sofá. No pienso compartir la cama con un idiota que defiende a una zorra traicionera.

  Sebastián suspiró con pesadez y subió sin nada más que decir.
  Terminé de preparar la cena y luego subí para tomar una ducha relajante. Terminé de cambiarme y me dirigí a mi habitación. Estevanez estaba recostado en la cama sin darle importancia a lo que le había dicho.

- ¿Qué haces aquí? – Dije rodeando la cama para quedar de su lado, mientras frotaba mi pelo mojado con una toalla.
- ¿No me lo decías en serio o sí? – dijo mirando con indiferencia.
- ¿Piensas que es broma? No tienes una idea de la bronca que tengo, saber que ni tu propio esposo al que amas, no te crea. ¿Sabes qué? Haz lo que quieras.

Fui al armario, busqué algo de ropa y bajé las escaleras.

- ¿A dónde piensas que vas? – Dijo Sebastián yendo por detrás mío.
- No lo sé, por ahí. – dije tomando las llaves del auto y de la casa.
- Carina vuelve aquí. – dijo molesto.

  Pero no le di ni la más mínima importancia.
  Abrí la puerta del auto y estaba punto de entrar cuando unos brazos rodearon mi cintura y me elevaron por los aires cayendo en un ancho hombro.

- Dije que no irías a ningún lado. – Dijo serio.
- ¡Estevanez, bájame! – Grité pataleando.
- Carina ya basta, vas a despertar a los vecinos.
- ¡¡Entonces bájame!!

  Sebastián comenzó a subir las escaleras mientras me cargaba dificultosamente.

- Tú te quedas aquí. – Dijo lanzándome a la cama y cayendo encima mío.
- Suéltame maldito desgraciado. – dije tratando de apartarlo de mí, pero él fue más rápido y tomó mis manos poniéndolas una a cada lado mi cabeza, mientras se subía a horcadas sobre mí.
- Amo cuando estas enojada. – Dijo mientras reía y se iba acercando más a mi rostro.
- Wowowo. – Dije parándolo. - ¿Piensas que puedes hacerte el enojado, luego defender a esa estúpida, y decirme que amas cuando me enojo? – Fruncí el ceño. - ¡Esto es el colmo! Suéltame ahora mismo antes de que…

  Sus labios me interrumpieron.
  Al principio no quería, pero luego comenzó a gustarme. Había olvidado lo rico que sabían esos labios rosas tan suaves. Poco a poco comenzó a pasear sus manos por mi cintura mientras yo posicionaba las mías en su cuello y bajaban por sus poderosos abdominales. Sus labios se movían a un compás excitante, su lengua exploraba cada rincón de mi boca.
  La ropa comenzó a desaparecer hasta quedar sin nada más que besos y caricias.


***

  Los rayos de luz del sol que entraban por mi ventana me despertaron. Miré a mi alrededor y Sebastián ya se había ido.

- Maldito seductor. – Murmuré envolviéndome entre las sábanas.

  Tomé un par de toallas y entré a ducharme. Me cambie y sali.
  El día estaba nublado, pero aún así estaba lindo para tomar un paseo por el centro de la ciudad.
  Mi estómago comenzó a rugir al pasar por una panadería donde un aroma a pan recién horneado inundaba el ambiente. -¿Pero cómo? – pensé. - ¡Acabo de desayunar! – . La tentación pudo más y entré a comprar.
  Luego de comprar unos ricos panecillos saborizados continué mi recorrido por las calles repletas de negocios.
  Vi una cabellera roja… muy familiar. Decidí seguirla para ver qué es lo que tramaba.
  Ivana camino varias calles y luego entró en un callejón oscuro. Apuré un poco el paso y decidí espiar un poco.

- La imbécil de Carina me descubrió.
- Te dije que te cuidaras. – Era la voz de un hombre el cual no podía verle la cara.
- Pero no te preocupes, nadie le creyó, la hicieron pasar por loca.
- Tuviste suerte, pero la próxima vez ten cuidado.
- Esto te mandaron mis hermanos. – dijo entregándole un paquete. – Debo irme, se supone que tenía que haber ido a buscar un par de papales.

  Rápidamente volví por donde había ido y la vi subirse a un taxi.

- Pero que idiota, la hubiese grabado. – Murmuré molesta.

  Volví rápidamente un negocio y me escondí allí. Luego de esperar unos minutos salí asegurándome bien de que nadie me hubiese visto.

- ¿Dónde crees que vas? – tomó mi brazo.
- ¡Por el amor de Dios, Malena! – dije llevándome la mano al pecho. – ¿Quieres matarme?
- Lo siento Carina, ¿no tendrías que estar trabajando?
- No me hables de eso…
- ¿Qué pasó? Si quieres vamos a almorzar por ahí, en algún restaurante y me cuentas… Guille ya tiene hambre.
- Ok vamos.

  Malena y yo nos retiramos de las calles del centro y buscamos un restaurante más o menos familiar, para ir con Guillermo.

- ¿Lo cuidas un segundo? Iré al baño. – Dijo entregándome al niño.

  Me quedé con Guille, hablándole y haciéndole muecas raras para entretenerlo.

- Mira que niño más hermoso, Hernán. – Dijo una señora de aproximadamente 50 años. – Es toda una dulzura.
- Si, que lo es. – Dije besando la pequeña mejilla del niño.
- Tu hijo es hermoso. – Dijo encantada.
- Am, si pero... – Me dejó con la palabra en la boca para después irse.
- Ya estoy. – dijo Malena llegando a la mesa.
- Buenos días, aquí les dejo el menú.
- Am… Yo ya sé que pedir. – Dije. – Tráigame una porción de papas con queso grandes, una hamburguesa doble, aros de cebolla y un burrito de pollo…. Ah, cierto. Una coca- cola light, por favor.

  Malena quedó mirándome sorprendida.

-Sólo tráigame una ensalada. – dijo ella.

  El mesero se fue y Malena dijo:

- Carina ¿Vas a comer toda esa bestialidad?
- Si, por supuesto sino no lo hubiese pedido.

***

- ¿Para qué me traes aquí? – Pregunté entrando al edificio.
-Vamos a hacerte unos verdaderos análisis para saber si estas embarazada. – Dijo tomándome el brazo.

Capitulo 18

  Mi rabia comenzó a acumularse, la muy desgraciada había sido la que arruinó nuestra noche de bodas. Ya no me importaban las pruebas, ya no me importaba si fuese o no una agente de Russo, esta tenía que pagármelas.
  Rápidamente me abalancé sobre ella cayendo las dos al piso mientras nos tirábamos de los pelos.

- ¡Hija de perra! ¡Tú fuiste la que entró anoche en mi casa!
- ¡Carina suéltala! – gritó Sebastián tomándome de la cintura.
- ¿Pero de que hablas? ¡Yo no entré en tu casa! – dijo levantándose del suelo rápidamente.
- ¿Piensas que soy estúpida? Sé que tú trabajas con Russo maldita víbora. – dije tratando de zafarme de Sebastián.
- ¡Carina! Por favor, Sebastián llévate-la a fuera. Desde ahora estas fuera del caso. – dijo Alejandro.
- ¿Qué? – dije sorprendida.
- Como lo escuchaste, ahora Sebastián Llévala afuera.

  Sebastián me llevó con mucha dificultad hasta afuera del edificio ya que forcejeábamos. No iba a permitir que esa desgraciada se saliera con la suya.

- ¿Qué es lo que te sucede Carina? – preguntó el con el ceño fruncido. – ¿Acaso te volviste loca?
- Sebastián, debes creerme. – dije desesperada. – Esa zorra es agente de Russo, nos está engañando, el caso corre peligro.
- ¿Tienes pruebas?
- Si, pero…
- ¿Dónde están?
- No las tengo aquí.
- Oh, pero mira que bien… O sea que tú acusas a los demás sin tener prueba alguna. – dijo enfadado.
- Sebastián debes creerme. La estuve investigando. Ella tiene un tatuaje en misma pantorrilla que la chica de la foto que nos dio Alejandro, además cuando entraron en nuestra casa vi en los restos de vidrios que quedaron varios cabellos rojos.
- Wow, no puedo creer hasta que punto llegas, Sigues celosa y ahora intentas culpar a Ivana diciendo que ella fue quien arruinó nuestra noche de bodas.
- ¿En serio? ¿En serio la vas a defender a ella y no a tu esposa?
- Si. – Dijo serio.
- ¡Ja! Lo que faltaba. – Dije elevando las manos en un gesto de sarcasmo. – Está bien, quédate con el caso, quédate con Alejandro y con la estúpida y traicionera de Ivana, yo cumplí con advertirlos.

  Di media vuelta con una mezcla de sentimientos en mi pecho e hice seña un taxista para que me sacara de allí lo más antes posible.
  Pero no me iba a rendir tan fácilmente, había visto en los ojos de Ivana esa expresión de nerviosismo y miedo por temor a que la descubriera, esa expresión que nadie más había notado, excepto yo.
  Bajé del auto y le pagué al conductor. Busqué las llaves de la casa y luego entre para encerrarme en mi habitación.
  Tomé el control remoto y encendí el televisor para distraerme un poco. Aún no podía creer que Sebastián la había defendido.
  Cambié los canales rápidamente y me detuve en uno de cocina. Veía como preparaban unas magdalenas y se me hacía agua la boca.

- Veamos que hay en el refrigerador. –dije abriendo la puerta del mismo. – No hay nada. – fruncí el ceño. – Entonces iré al supermercado.

  Tomé mis llaves y salí.
  Puse en el carro todo lo que veía apetecible… cereales, frutas, dulces, chocolates, hamburguesas, helado, ect. El carro iba hasta el tope y me costaba un poco mover-lo, eran bastantes cosas si me ponía a pensar, pero no importaba porque lo pagaría con la tarjeta de Sebastián. Sí, con su tarjeta, me vengaría gastando más de $1.000 en el supermercado.
  Iba caminando a la caja pero me acordé que no puede haber helado sin salsa de chocolate y tuve que volverme a la góndola para buscar un botecito.

- ¿Dónde estás salsa de Chocolate? – murmuré buscándola entre los estantes.
- ¿Buscas esto? – Dijo una voz femenina detrás de mí.

  Di media vuelta y la vi ahí parada con una enorme sonrisa y un frasquito de salsa de chocolate en las manos.

- ¿Anabel?- Dije con el ceño fruncido.
- Tanto tiempo Car... – No la dejé terminar. Le di una bofetada que le di vuelta la cara.
- Traidora. – Acusé. – Yo te consideraba mi mejor amiga y me traicionaste, poniendo en peligro mi vida y la de mi hermano.
- Perdóname. – Dijo con los ojos cristalizados. – Juro que no quería hacerlo, pero me obligaron, me amenazaron Carina, tienes que creerme. – Dijo tomando mis manos.
- ¿Y por qué no me lo advertiste?
- Traté de hacerlo. Pero me descubrieron y me secuestraron. Estuve como cuatro meses cautiva, hasta que la policía pudo rescatarme. No sabes cuánto lo siento… Dios sabe cuánto me arrepentí, Carina. Pero si no quieres perdonarme, lo entenderé… - Dijo para luego dejar el frasco en mi carro.

  Dio media vuelta y comenzó a caminar.
  Mi corazón sintió una punzada.

- Ana, espera. – Dije deteniéndola. – Te… Te perdono.

  No terminé de pronunciar la palabra y sentí como me abrazaba.

- Gracias, Carina. – Dijo con la voz quebrada, estaba llorando. Ese gesto me conmovió tanto que yo también comencé a llorar.
- ¿Qué dices si me acompañas a mi casa y charlamos? – dije mientras no separábamos.
- Me encantaría Cari pero esta Juan afuera esperándome.
- Un momento. – Dije sorprendida. - ¿Sigues con Juan?
- Si. – Sonrió. – Luego de que me rescataran Juan fue a mi casa preocupado y me abrazó y me besó, dijo que nunca más se separaría de mí. Y ahora estamos casados y vivimos juntos. – Sonrió.
- Aaaww. – Dije sonriendo.
- ¿Y tú con Sebastián?
- Sí, nosotros también nos casamos pero creo que las cosas no están funcionando como lo esperaba. – Dije algo apenada.
- ¿Peleas?
- Si algo parecido, pero si quieres nos juntamos otro día y conversamos bien de todo.
- Por supuesto. – Sonrió. – Dame tu número de teléfono y te llamaré.

  Le di mi número y luego nos despedimos.
  Volví a la caja y pagué mis compras… Como había dicho con la tarjeta de Sebastián.
  Cuando llegué a casa Sebastián ya estaba arriba tomando una ducha.

- Idiota. – pensé. – Esta noche dormirá en el sofá.

  Saqué el contenido de las bolsas que a duras penas pude traer, ya que eran muchas, y luego las guardé y acomodé en sus respectivos lugares.
  Mientras preparaba algo para comer sentí como unos pies bajaban por las escaleras.

- ¿A dónde te fuiste? – Preguntó a mis espaladas.
- No es de tu incumbencia. – dije fría mientras seguía cortando las papas.
- ¿Ahora te vas a comportar como una niña? – dijo molesto.
- Me fui al supermercado ¿contento? – abrí el refrigerador que estaba repleto de cosas y saqué un trozo de carne.
- ¿Por qué compraste tantas cosas? – Dijo volviendo a abrir el refrigerador mirando todo lo que había comprado.
- Porque no había nada Estevanez.
- ¿Cuánto gastaste?
- Gasté $ 1.054,50. – Sonreí.
- ¿Qué? - Gritó y al juzgar por su expresión en el rostro ya le venía un ataque al corazón.

18 oct 2014

Capitulo 17

  Sebas comenzó a reír nervioso mientras Malena nos miraba con una expresión seria.

- Por favor Malena… ¿Qué cosas dices, mujer? – dijo entre risas.
- Sebastián, por favor. – Dijo seria. –Esto es serio. Carina tiene los mismos síntomas que yo cuando me enteré que estaba embarazada de Guillermo.
- Sí, pero ella fue al médico. Si hubiese estado embarazada el médico lo hubiese detectado. – frunció el ceño.
- Ah… Sebas. – Dije insegura.
- ¿Qué?
- Lo cierto es que… Nunca fui al médico. – Agaché mi cabeza.
- ¿Cómo dices? – preguntó atónito.
- Nunca fui al médico ¿Si? No me preocupaban los síntomas, pensé que era algo pasajero…
Además quería seguir en el caso.

  Sebastián abrió la boca para decir algo pero Malena le ganó y habló primero.

- Bueno, bueno… eso ya no importa. Ahora voy a ir a la farmacia y te compraré un test. – dijo Malena tomando su bolso.

  Me senté en el sillón y tapé mi rostro con las manos. ¿Y qué si era verdad lo del embarazo? Yo aún no estaba preparada para tener un hijo.
  Sebas se sentó a mi lado y suspiró pesadamente. Lentamente saqué las manos de mi cara y lo miré de reojo.

- Sebastián… - Él no contestó. - ¿Estás molesto?

  Unos minutos de silencio llegaron a inundar la atmósfera.

- Sí. – Murmuró. – Sí, estoy molesto. – frunció el ceño mirándome fijamente. – No puedo creer que me hayas mentido.
- Lo siento, amor. – dije colocando una mano en su hombro.

  Él se quedó inmóvil… Lentamente retiré mi mano y me levanté para ir a mi habitación.
  Estaba a punto de subir las escaleras cuando unos brazos fuertes y desnudos me abrazaron por detrás.

- Pero por otro lado estoy emocionado por la idea de tener un hijo tuyo. – susurró en mi oído.

  Di media vuelta y lo vi con los ojos un poco cristalizados.

- Te amo. – Lo abracé.

  El abrazo duró varios minutos y luego pude sentir como sus suaves labios rozaban con ternura los míos para unirse en un beso dulce y tierno. Su lengua comenzó a abrirse paso hacia mi boca y comenzó a bailar dulcemente con la mía mientras profundizaba un poco más el beso, tomándome de la cintura y apegándome más a él.
  Luego, nos separamos y juntamos nuestras frentes mirándonos fijo uno al otro.

- Tengo miedo. – murmuré sin romper la conexión que había entre nosotros.
- ¿De qué amor?
- No estoy preparada para ser madre…
- Yo pienso que serás un muy linda mamá. – besó cortamente mis labios.

  Malena nos interrumpió, ya había llegado con el test.
  Me explicó brevemente lo que debía hacer y luego me metí en el baño.


***
- ¿Carina? – golpeó la puerta Malena. - Carina ¿Estás bien?
- Si, si estoy bien. – dije nerviosa.
- Si me necesitas me llamas.
- Ok, Gracias. – dije sin abrir la puerta.

  Estaba sentada en el piso mirando el test, esperando los resultados… Mi corazón latía desenfrenada-mente y mis emociones estaban al límite.
  Vi cómo se daban a la luz los resultados.

- Negativo. – Murmuré.

  Una parte de mí sentía alivio, la otra parte estaba desilusionada… En el fondo de mi ser había albergado la idea de formar una verdadera familia con Sebastián.
  Abrí la puerta del baño y me encontré con un Sebastián en el piso y su espalada apoyada contra la pared.

- ¿Sebas que haces ahí? Levántate. – Dije un poco divertida.
- Te estaba esperando. – Dijo rápidamente mientras se levantaba. - ¿Qué salió? – preguntó desesperado tomándome de las manos.

  No quería decírselo, él estaba entusiasmado… y en sus ojos había un brillo de esperanza. Pero no le mentiría, no otra vez y menos con un tema tan delicado.

- Sebas, yo no estoy embarazada. – dije algo apagada.

  Se quedó en silencio, mirándome fijamente sin decir nada. Luego soltó mis manos.

- Bueno. – Habló por fin. – Era lo que querías, así que felicidades. – Dijo frio.

  No podía creer su reacción. ¿Qué le sucedía? Era cosas que podían pasar, como le pasaron a muchas personas.

- ¿Cómo? – dije sorprendida.
- Tú no querías embarazarte y bueno. – dijo del mismo modo.
- ¿Sabes? Tu actitud me lastima. Si te sirve de algo… – Me dirigí a la habitación. – Cuando vi que era negativo, también me desilusioné. – abrí la puerta de la habitación y entré.

  Sebastián no entró a buscarme… sólo sentí como sus pies bajaban por las escaleras.
  Me tiré en la cama y miré hacia el techo, tocando mi vientre suavemente imaginando como sería mi hijo o hija si lo tuviera en ese mismo momento en mis brazos.
  Estuve así mucho tiempo, pensando… hasta que mi celular sonó.

- Hola. – contesté.
- Carina, necesito que vengan a la agencia. Los Suarez están a punto de confesar…
- Ok. – me incorporé de golpe. – En menos de diez estamos ahí.

  Colgué y baje rápidamente las escaleras.

- Sebastián, Alejandro acaba de llamar. Nos necesitan en la agencia.
- Ok. – Sebastián tomo las llaves y salió.
- Ya me dijo lo que sucedió. – Dijo Malena.
- Si… creo que es un tema muy delicado y hay que tratarlo con tranquilidad. – opiné.
- Hablen, no se disgusten solo por eso. Ahora ve… que si no vas a llegar tarde.
- Nos vemos después, Male. – Dije saliendo por la puerta.

  El camino hasta la agencia fue silencioso, ninguno de los dos emitió sonido ni cruzamos las miradas.
  En ese preciso momento me acordé de Ivana. Tenía que des-enmascararla, pero… ¿Cómo? Mis pruebas no eran tan convincentes… A menos que encontrase algo en su bolso como para delatarla.
  Hice un plan mental de cómo podría concretar mi hazaña.
  Habíamos llegado al edificio, subimos los ascensores y luego entramos a la oficina… Allí se encontraba Ivana y Alejandro charlando. Rápidamente mi vista se posó en su brazo derecho el cual traía una venda.

Capitulo 16

  Me desperté y rápidamente corrí al baño a lanzar todo. Esta vez no había podido retener las náuseas. Sebas no estaba, seguramente se había ido a ver el tema de la casa.
  Salí del baño y recogí mi cabello en una cola bien alta y bajé a la cocina. Aún tenía un sabor amargo en la boca, lo cual cerraba mis apetitos. Malena estaba con Guille en la cocina.  Guille al verme inmediatamente estiró los brazos para que lo alzara.

- Buenos días pequeñín. – sonreí tomándolo en mi brazos. – Buenos días Male.
- Bueno días Cari, ¿Cómo amaneciste?
- Horrible, amanecí con náuseas.
- ¿Comiste algo que te calló mal?
- No, no comí nada anoche. Eso es lo raro. – dije confundida. – Supongo que me quedó el malestar por lo de anoche.
- Debe ser eso. – Dijo abriendo el refrigerador. – Ven Guille… Vamos a tomar el biberón. – Dijo Malena, pero él no quería despegarse de mí.
- ¿Guillermo que pasa? – Dije mirándolo. El pequeño se aferró más a mí y no me soltó. – Deja, le daré yo el biberón…
- Ok, voy a aprovechar e iré a ducharme.
- Ok, ve tranquila.

  Me quedé toda la mañana con Guille, no quería bajarse de mis brazos. Me senté con él en el sofá y comencé a observarlo, Era increíble como en había crecido, parecía todo un niño grande, aunque aún no caminaba ni hablaba, era muy inteligente y entendido.
  Luego de unos minutos Malena salió de la ducha y bajó para comenzar a hacer el almuerzo.

- ¿Quieres acompañarme a hacer las compras? – preguntó.
- Claro, creo que me hará bien salir y despejarme.

  Malena sacó el carrito de Guille para que lo colocara allí y pudiéramos caminar tranquilas, pero el niño volvió a negarse.

- Guillermo, Cari no puede estar cargándote todo el día. – Reclamó Malena.
- Déjalo. – reí. – No me molesta cargarlo.

  Malena hizo una mueca de desaprobación, pero el niño no me iba a soltar.
  Comenzamos a caminar y pasé por frente de mi casa, podía ver a Sebastián soldando.

- Ve adelantándote, yo te alcanzo después. – le dije a Malena. Ella asintió y yo entré a la casa.
- ¿Qué haces aquí, amor? – Preguntó Sebas, dejando de soldar.
- Vine con Guille a ver qué es lo que hacías. – dije sonriendo.
- Estoy con Gabriel trabajando un poco. – sonrió.
- Mira Guille, esta es la casita de tu tía Carina. – comencé a recorrer la sala. De pronto fui a la ventana, por la cual aquella persona vestida de negro había escapado, y divisé un par de pelos enredados en un vidrio que quedaba pegado al marco de la ventana. Los tomé suavemente y los miré por un par de minutos. Eran pelirrojos.
- Oh por Dios. – Murmuré… - No puede ser que sea…
- ¿Qué dices, amor? – preguntó Sebas dejando de hacer ruido con el soldador.
- No, no. – sonreí. – Voy con Malena. – le avisé antes de salir por la puerta.

  Volví rápidamente a casa y guarde los pelos en una bolsita…

- Haber. – Me decía a mí misma, con el niño en brazos. – Tiene un tatuaje, los pelos rojos en la ventana, Cada vez que tenemos que atrapar a Russo nunca está. No podrían ser sólo coincidencias… Tengo que atraparla infraganti. Pero ¿Se lo digo a Sebastián? Mejor no. – Negué con mi cabeza. – No me creerá, pensará que es un invento mi mío, porque sabe que no me agrada, tengo que hacérselo ver.

  Bajé rápidamente las escaleras y ese síntoma de náuseas volvió, otra vez respiré y respiré profundo. En estos momentos no podía andar con malestares, tenía que sacarme las dudas.
  Justo en esos momentos llegó Malena con todas las bolsas.

- Menos mal que ibas de compras conmigo. – Dijo sarcástica.
- Perdón, pero me sentí mal y quise venir. – mentí, en cierta parte.
- Carina, esto es el colmo. – Dijo severa. – No puedes andar por la vida así, sintiéndote mal. ¿Ya fuiste a un médico?
- Si, si… Me dijo que estoy bien. Sólo me debo alimentar. – Volví a mentir.
- ¿Y entonces por qué todos estos días te has sentido mal? O piensas que no me doy cuenta como evitas las náuseas y los mareos. – frunció el ceño. Yo sólo abrí grande mis ojos.
- Bueno está bien. – Dije resignada. – No fui al médico, y si evito las náuseas y los mareos. Pero no quiero que me den la licencia… Quiero seguir en el caso y aparte… - suspiré. – No le cuentes a Sebastián, pero creo que hay un infiltrado en este caso. – susurré.
- ¿Alejandro? – preguntó sorprendida.
- No, es la chica nueva.
- ¿Qué te hizo pensar eso?
- Pues muchas cosas… pero no creo estar segura.
- ¿Y qué piensas hacer?
- Voy a desenmascararla.
- Ok, pero si lo haces, cuídate mucho, si es chica es cómplice de Russo yo que tú me cuidaría un montón.
- Por eso lo haré delante de todos.
- Ok. ¿Sientes ese olor? – dijo Malena con una cara rara.
- Creo que a mi sobrino hay que cambiarle el pañal. – Dije mirándolo, mientras él reía.
- Ven Guillea, vamos que te hiciste puf puf. – Dijo Malena alzándolo. El niño comenzó a llorar y estiraba su bracitos en dirección mía. - Oh Guillermo. ¿Qué te sucede que estas tan apegado a Carina?.
- Supongo que sabe que no viviré más aquí y quiere tener a su tía lo más que pueda. – reí.
- ¿Quieres cambiarlo? – preguntó.
- Sabes que yo no hago eso. – reí.
- Algún día lo harás. – Dijo llevándose al niño que pataleaba y gritaba.

  Fui hasta la sala y en ese momento entró Sebas todo sudado y sin remera.

- Wow. – dije sorprendida. – Nunca te había visto… así.
- Sé que te gusta lo que ves. – dijo riendo y acercándose a mí.
- Sebastián, no. Estas sudado. – reí.
- Todavía me debes la noche de bodas, linda. – Dijo besándome y apegándome más a él.
- Sebastián. – me quejé. – me dejaste olor a tu sudor. – reí.
- Es más olor a perfume que otra cosa. – rió.
- Por eso mismo, ahora andaré apestando a tu perfume.
- Así todos sabrán que eres mía. – comenzó a besarme.

  Lentamente bajó sus manos a mi cintura y yo enredé mis dedos en el pelo de su nuca acariciándolo suavemente. Comencé a retroceder y nos caímos en el sofá, pero sin dejar de besarnos.

- EY, EY, EY. – dijo Malena riendo. Al instante nos paramos. Sebastián estaba colorado y yo estaba toda despeinada. – Hay menores. – dije apuntando a Guille.
- Perdón. – Dije avergonzada.
- No hay drama.

  Otra vez el niño comenzó a llorar, quería volver a mis brazos.

- Creo que tenemos que ver a un especialista. – dijo Malena.
- Deben ser etapas de los niños. – opinó Sebastián.
- Carina, ¿No estarás embarazada? – Preguntó Malena.
- ¿QUÉ? – grité sorprendida.

11 oct 2014

Capitulo 15

- Wow, hermanita. – dijo Gaby abrazándome una vez que terminé de bajar las escaleras. – te ves hermosa.
- Gracias Gaby.
- Estas… estas… Preciosa. – Dijo Sebas tomando mi mano.
- Tú también estas guapo. – dije sonriendo.
- Bueno es hora de irnos. – dijo Gabriel.


  Todos juntos salimos de casa y Gaby condujo hasta el registro civil.



***
-Yo, Sebastián Estevanez, te tomo a ti, Carina Zampini, como esposa y prometo serte fiel y cuidar de ti en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida. – Me colocó la alianza.
-Yo, Carina Zampini, te tomo a ti, Sebastián Estevanez, como esposo y prometo serte fiel y cuidar de ti en la riqueza y en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, todos los días de mi vida. – repetí el mismo acto.
- En virtud de los poderes que me confiere la legislación del estado, los declaro unidos en matrimonio. Puedo besar a la novia. – dijo el oficiante.


  Sebas no dudó ni un segundo en tomarme de la cintura y aproximarme a él para besarme. Toda la gente aplaudió y silbaron y gritaron la típica frase “Vivan los novios”.
 
  Sebastián y yo salimos tomados de las manos mientras pasábamos por la lluvia de arroces que nuestros amigos nos tiraban. Nos quedamos un par de minutos sacándonos fotos y luego fuimos todos juntos a almorzar. La estábamos pasando genial.
 
  La noche llegó, Sebas y yo volvimos a nuestra casa e íbamos a tener la denominada “Noche de bodas”.


- Se ¿estás seguro que puedes abrir la puerta conmigo en brazos? – dije riendo ya que aún seguíamos afuera y Sebas no podía abrir la puerta de entrada.
- ¿Me crees inútil? – siguió intentando.
- No, pero ya hace media hora que estamos aquí y ya está comenzando a refrescar. – traté de esconder mi risa.
- Ok, bájate, no puedo. – dijo resignado.


  Comencé a reír a carcajadas, Sebas solo frunció el ceño.


- Ok, ok que chistoso. – Dijo sarcástico.
- Sebastián. – dije en seco. – Mira… Alguien ya trató de forzar la puerta trasera. – la cerradura estaba dañada, tanto que no se podía abrir ni cerrar, esto era peligroso o era un ladrón o los secuaces de Russo, que ya sabían dónde vivíamos.
- Debemos asegurar la casa. – dijo Sebastián preocupado. – Mañana mismo voy a encargarme de eso. Ahora… - Dijo con una mirada pícara. – Sólo quiero encargarme de ti. – Me alzó a horcadas.


  Comenzamos a besarnos apasionadamente mientras subíamos las escaleras. Sebas abrió a ciegas la puerta de nuestra habitación y me recostó suavemente en la cama. Comenzó a desabrochar mi vestido mi entras dejaba suaves besos en mi cuello. La situación se puso cada vez más calurosa, pero en el momento justo en el que iba a deslizar mi vestido, algo muy fuerte en la sala sonó.


- Sebastián, detente. – dije apartándolo.
- ¿Qué pasó? – Dijo desconcertado.
-¿No escuchaste? Algo sonó abajo, en la sala.
- Seguro no fue nada. – dijo volviendo a atacar mi cuello con suaves beso. Me relajé y volví a lo que estábamos pero el mismo ruido volvió y esta vez más fuerte.

  Sebastián se paró inmediatamente y sacó una de sus armas del ropero.

- Carina quédate aquí. – Dijo abrió la puerta.


  Obviamente no me iba a quedar con los brazos cruzados así que saqué una escopeta que tenía escondida debajo de la cama, me saqué los tacones y bajé.

  Sebastián miraba a su alrededor. Cuando me vio frunció el ceño, pero no dijo nada, sólo me hizo seña de que volviera arriba. Negué con el dedo índice. Me ubiqué a su lado y nos quedamos en silencio.


- Vamos arriba, Sebas. – Murmuré, aun desconfiando a mi entorno.
- Ok.


  Sebastián dio media vuelta y de pronto un/a sujeto todo vestido de negro con una capucha salió de atrás de las cortinas y disparó a Sebastián, afortunadamente no le dio.
Ahí es cuando nos refugiamos detrás del sofá y comenzó el tiroteo.

  Sebas logró darle un balazo en uno de sus brazos y fue ahí cuando esa persona rompió el vidrio de una de las ventanas y salió huyendo.


- Nos vamos de esta casa, Sebastián. – Dije subiendo rápidamente las escaleras.
- No podemos Carina. – Dijo el deteniéndome. - ¿Y si nos atrapan afuera?
- ¿Acaso no ves lo que acaba de ocurrir? Nuestras vidas están en peligro, ya saben dónde vivimos. – Sebastián se quedó en silencio.
- Ok, llama a Gabriel y diles que vamos para ahí.


  Subí volando las escaleras tomé algo de ropa, mi celular, un arma por las dudas y fuimos lo más rápido a casa de Gabriel.




***
- Y luego salió por la ventana. – Contó Sebastián.
- Oh Dios mío. – Dijo Malena. – Deben asegurar muy bien la casa.
- De eso me encargaré mañana. – Dijo Sebas.
- Mientras tanto se van a quedar aquí.
- Ok. – dijimos al unísono Sebas y yo.


  Malena nos preparó la que había sido nuestra habitación y luego nos fuimos a acostar.
Sebastián entró al baño y yo me quedé sentada en la cama pensando en todo lo que había sucedido. Las lágrimas comenzaron a salir, y llevé mis manos a la cara. Era tan triste, Por mi cuerpo recorría la bronca y la desilusión de vivir y tener por lo menos pasar bien la primera noche con mi esposo. Me tiré en la cama y comencé a llorar desconsoladamente.


- Amor, ¿Qué ocurre? – Dijo Sebas acariciando mi pelo. – ¿Te duele algo?
- No. – Dije sollozando. – Es que, toda esta situación me pone mal…
- Tranquila, amor. – Dijo Él besando mi frente. – Sólo hay que dar gracias a Dios de que aún seguimos vivos y juntos.
- Es que, me da bronca, por fin que vivíamos en paz y que estábamos contentos por lo del casamiento y… Te juro que cuando atrapemos a Russo lo voy a matar con mis propias manos. – Dije con amargura.
- Bueno, cálmate. – Dijo abrazándome. - Mañana iré aseguraré la casa y podremos volver. – sonrió. – Ahora sólo duerme…
- ¿Cómo puedes estar tan tranquilo? – pregunté más calmada, mientras él me acariciaba el pelo.
- Porque nada puede arruinar la felicidad que siento. – sonrió. – Este día ha sido el mejor de mi vida, pese a lo que acaba de ocurrir. – besó mi mejilla.
- Por eso te amo. – Sonreí. Él tenía razón, nada iba a opacar este día, que había sido tan importante para nosotros.
Finalmente me dormí en sus brazos, mientras él acariciaba mi cabello.

Capitulo 14

  Mientras almorzaba veía como Sebastián conversaba con el jefe sobre la situación, él estaba obsesionado con lo de la licencia.

  Colgó con una sonrisa y volvió hacia donde yo me encontraba.


- Qué dijo
- Dijo… Que es lo mejor y que te vas a tomar una semana de licencia, para que vayas al médico, descanses y hagas otras cosas.
- Sebastián, no quiero una licencia. – Dije suplicando.
- Carina, es por tu bien. No quiero que nada malo te pase. – besó mi frente. – hazlo por mí.
- Ok, lo haré por ti. – dije resignada.
- Gracias. – sonrió. – bueno me tengo que ir, Alejandro mandó un mensaje, es hora de interrogar a los Suarez. – besó cortamente mis labios. – Te veo luego, amor. – cerró la puerta.
- Ok. – suspiré. – Pero no va a salirse con la suya.


  Terminé de almorzar, me cambié [http://www.polyvore.com/vip/set?id=84847684 ] y salí en un taxi. Tenía curiosidad por la tal Ivana, además de que no me agradaba nada por lo de Sebastián, ella era extraña, siempre estaba ocupada hablando por su teléfono o nunca aparecía cuando teníamos que perseguir a Russo.

  La vi salir del edificio y subir en su auto rojo.


- Siga a ese auto. – le dije al taxista.
- Como ordene.


  Ivana condujo hasta una casa un poco alejada del centro y los grandes edificios. Parecía ser su casa. Entro y luego salió vestida con otra ropa. Hacía calor, llevaba puesto una remera de tirantes roja y un short de jean. Al entrar a su auto vi en su pantorrilla derecha como una especie de tatuaje, parecido al de la chica de la foto.


 - Un segundo… - Murmuré. - ¿Es ella?


  Mi celular comenzó a sonar.


- Hola.
- Amor, ¿Dónde estás?
- Estoy en el médico. – mentí.
- Ok, voy yendo para ahí.
- Ok.


  El auto arrancó y le ordené al conductor que la siguiera.

  La pelirroja salió a una carretera y luego de unos minutos se perdió por un camino de tierra y unos arbustos.


- Discúlpeme señorita, pero ya no puedo entrar para ahí. – dijo el conductor deteniéndose.
- No, está bien… vuelva al hospital. – le dije.
- Como diga.


  El chofer fue hasta el hospital y me dejó ahí. Le pagué y me quedé en la vereda a esperar a Sebas.

  Él apareció unos minutos después.


- ¿Y? qué dijo.
- Está todo bien. – mentí. – Sólo debo alimentarme bien… Es como te decía.
- Oh, entonces me quedo más tranquilo. – sonrió.


  Juntos volvimos a casa e hicimos la lista de cosas que faltaban para redecorar la casa.



***
  Un par de días después.
***
  Salí de ducharme y traté de contener las náuseas que no habían cesado desde hacía un par de días. Trataba de contenerme porque no quería que Sebastián me mandara otra vez al médico, quería seguir en el caso investigando a Russo y a Ivana. Pero este día era el más especial de todos… Por fin era el día de mi casamiento.
Sebastián y Gabriel estaban en la habitación de huéspedes arreglándose y Malena y yo estábamos en mi habitación vistiéndonos.


- Aún no puedo creer lo bien que les quedó la casa. – dijo Malena entregándome el vestido que había elegido. – La decoraron fantástica.
- Gracias. – dije colocando una toalla en mi cabello. – Aún le faltan cosas, pero por lo menos la pintamos y le pusimos cortinas nuevas a los ventanales de la sala.
- Pero te digo que aun así, esta genial. – pausó. - Carina, te veo distinta… - dijo Malena haciendo una mueca.
- ¿Cómo que distinta? – pregunté sin entender.
- Si, es como si… fueses otra Carina.
- Oh pues, no cambie en nada.
- No, no me refiero a eso… es otra cosa.
- debe ser tu imaginación. – dije colocándome los tacones.
- Si, debe ser eso. – rió. – Ahora ven así te peino.


Después de media hora terminé de cambiarme, peinarme y maquillarme. [http://bucket3.clanacion.com.ar/anexos/fotos/92/estrellas-en-un-flash-1513892h430.jpg].


- Estas hermosa Carina. – dijo Malena con los ojos cristalizados.
- Gracias. – Dije sonriendo. – Creo que es hora de bajar.
-Ok vamos.


Bajé las escaleras, un tanto nerviosa… Sebas y Gabriel estaban de espaldas conversando, los dos con unos trajes muy elegantes. Gaby tenía a Guille que estaba vestido con un pequeño smoking, que parecía una ternurita. Al sentir los pasos por las escaleras, Sebastián dio media vuelta y a simple vista parecía estar petrificado.

Capitulo 13

  Me desperté en mi habitación, prisionera de unos fuertes brazos. Giré un poco más y vi como Sebastián dormía plácidamente. Una de mis piernas estaba sobre la de él. Aún no entendía muy bien lo que había sucedido, lo único que recordaba era haberme desmayado en la sala.

  Me quedé mirando a Sebas un par de segundos. Sus pestañas largas, su perfecta nariz, su boca rosada y tentadora. Me acerqué sólo un centímetro más y besé cortamente sus labios. Él comenzó a abrir sus ojos y luego su boca se curvó en una sonrisa.


- ¿Estás bien? – preguntó.
- Sí. – volvía besarlo.
- Anoche me preocupaste, cuando volví a la cama y no estabas baje y te vi tirada en el suelo, mi corazón comenzó a latir desesperado. ¿Sabes lo mucho que me asusté? No pude llevarte a un médico porque… - Lo callé con un beso. - ¿Sabes? Es lindo que me calles así. – sonrió.
- Fui a buscarte porque no quería que estuvieses molesto. – dije algo apenada. – Me estaba durmiendo y… TÚ SABES QUE TE AMO, NO HACE FALTA QUE TE LO DIGA. – Me quejé.
- Ya lo sé. – me besó. – Sólo pensé que aún seguías molesta por lo de… - Lo volví a callar con un beso. No quería que estuviese remarcando siempre ese tema, sino haría que me enojara en serio.
- Espero que no se te haga costumbre eso de callarme a besos. – Rió.
- Sino qué. – lo reté.
- Voy a querer que lo hagas todo el tiempo. – susurró.
- No tengo problemas.
- Carina.
- ¿Sí?
- Quiero preguntarte algo, pero no sé si… te va a molestar.
- Pregúntalo.
- ¿Segura?
- Anda.
- Ok, ¿Qué le dijiste a Ivana ayer en el centro comercial?
- ¿Otra vez con eso? – Bufé. – Eso no importa. Listo. Ya fue.
- Sólo preguntaba.
- Olvídate de eso… ¿Si? Yo ya dejé bien en claro las cosas con ella.
- Ok. No te exasperes. – besó mi frente.
- No me exaspe… - Me calló con un dulce beso. - ¿Ahora eres tú el que me calla con besos? – reí.
- Claro. – rió.


  Luego de estar un rato acostados nos levantamos. Teníamos que ir con Ale y la pelirroja mal teñida de Ivana.

  Ale nos había enviado un mensaje con la dirección del nuevo punto de encuentro.


- Buenos días. – Dijo Ale. – Tengo que decirles que he encontrado otra pista para atrapar a Russo.
- ¿A sí? – dijo Ivana. - ¿Cuál?
- Uno de mis colegas me paso la data de que en estos momentos va en camino al aeropuerto en busca de uno de sus socios… Segundo Cernadas. A lo mejor podemos atraparlos ahí.
- Ok, ¿Qué estamos esperando? Vamos. – Dijo Sebas.


  Cada uno se fue en su auto hasta el aeropuerto. Entramos por atrás y pudimos ver el momento justo en el que el auto negro de Russo salía otra vez a toda prisa.


-¡Maldición! – Exclamé. -¿Cómo es posible que siempre este un paso adelante que nosotros?
- Sujétate, porque otra vez va la persecución.


  Inmediatamente llamé a Ale.


- Se escapan de nuevo. –dije.
- Lo sé, vengo detrás de ustedes, lo único que no sé es donde se metió Ivana.
- Esa idiota. ¿Dónde está cuando se la necesita? No sé ni para que la pusieron en este caso, lo único que hace es estar paveando por ahí.
- Ya Carina. – dijo Sebastián. Giré mi rostro y lo fulminé con la mirada.


  Colgué, Saqué de nuevo el arma de abajo del asiento del copiloto y saqué la mitad de mi cuerpo por la ventana.


- Acércate más Sebastián.


  Sebastián obedeció y aceleró aún más. La ventaja era que no había mucho tránsito ya que íbamos por una carretera.

  Ale se fue del lado derecho del auto de Russo y Sebastián encaró por el izquierdo.
Alejandro comenzó a rozar el auto con el de Russo para que perdieran estabilidad y yo desde mi lugar comencé a dispararle en las gomas. Por suerte logré darle a la trasera y comenzó a perder velocidad, luego le di a la delantera y el auto fue parando lentamente.
Los rodeamos, ya no tenían escapatoria. Alejandro inmediatamente pidió refuerzos. Sebastián sacó un arma de debajo de su asiento y los dos nos bajamos del auto.


- Salgan con las manos en alto. – Gritó Sebastián. – Los tenemos rodeados.


  Lentamente la puerta del piloto se abrió y salió Diego y del otro salió Emiliano.


- Las manos, donde las vea. – Lo apunté con el arma.


  Procedimos a esposarlos y luego revisamos el auto. Russo no estaba. Todo había sido como una especie de señuelo, pero teníamos a los hermanos Suarez. Algo era algo.


- Bien hecho Cari. – Dijo Ale abrazándome. – eres genial. –besó mi mejilla.
- Pues, gracias. – sonreí.
- Hmm. – carraspeó Sebas. – supongo que ya deben venir los refuerzos.
- Sí. Pero lo que no entiendo es… ¿Cómo sabían que nosotros estábamos en camino? Cuando llegamos ellos ya estaban saliendo a toda prisa.
- Esto es… - De pronto comencé a marearme y casi caigo. Gracias a Dios Sebas me sostuvo a tiempo.
- Carina ¿Te encuentras bien? – preguntó Ale.
- Oh si claro… está a punto de desmayarse y seguro estará bien. – dijo Sebas sarcástico.
- Oye, ¿Qué te sucede? Sólo me preocupo. – dijo Ale molesto.
- Ya, tranquilos. – dije a penas. – sólo tengo que comer algo, nada más. Hoy no desayuné bien.
- Iremos a un médico.
- No, sólo debo comer algo, eso es todo.
- Llévala, yo me quedaré con los Suarez.
- ¿Seguro que podrás cuidarlos? – preguntó Sebas.
- Si, si llévala.
- Vamos.


  Sebas me cargó hasta el auto y comenzó a conducir.


- Sebas, no quiero ir a un médico… sólo tengo que comer. ¿Quieres hacerme caso?
Ahora volvamos con Alejandro.
- No quiero arriesgarme. Puede ser algo grave.
- Sebastián, conozco mi cuerpo. No comí bien, eso es todo.
- Ok. Pero igual iremos a un médico.
- Si lo sé, tengo que ir, pero ahora no sólo quiero saber cómo es que Russo sabe cada paso que damos.
- Bueno Srta. Espía ahora vamos a ir a comer y luego al médico… Y le voy a decir al jefe que te de licencia por unos días. No puedes andar así… Menos si tenemos que atrapar a un tipo peligroso como Russo.
- No me gusta la licencia. – refunfuñé.
- Ve el lado positivo… Vas a tener tiempo de re-decorar la casa. – sonrió. – Ivana, Alejando y yo podemos encargarnos de este caso.
-Mmmm no lo creo. – Rápidamente se me vino a la mente las palabras de Ivana: “– Y voy a hacer lo que SEA para que se fije en mí…” Oh no, menos sabiendo que ella pondría sus tácticas de seducción con Sebastián. No podía permitirlo. – Tú no te preocupes, yo voy a estar bien y voy a seguir con ustedes en el caso. No hay nada que me haga dejar un caso, Sebastián.
- No lo vas a dejar, sólo… te tomaras unos días de descanso.
- No los necesito.
- Claro que sí.
- No Sebastián.
- Carina, ¿Eres o te haces? Te vas a tomar unos días de descanso quieras o no. – dijo molesto y la conversación terminó.

Capitulo 12

  Volvimos a casa de Malena y les dimos las buenas noticias. Malena y Gabriel se pusieron contentos pero Gaby nos sentó para tener una charla muy seria.


- Me pone muy contento que puedan ir a vivir juntos… Pero deben saber que es un paso muy importante y que deben llevarse bien en la convivencia. No quiero entrometerme pero… Ustedes han estado discutiendo mucho.
- Eso lo sabemos, Gabriel. – Dije. – Supongo que es una etapa por la que todas las parejas pasan, pero creo que estaremos bien.
- Sí. – concordó Sebas. – Ya llevamos varios años juntos y creo que es hora de dar este paso. A demás ya sólo falta una semana para nuestra boda. No queremos seguir incomodando, ustedes también tienen que tener su intimidad.
- Me parece bien. – dijo Gaby. – Y ¿cuándo piensan mudarse?
- Si sabía que íbamos a comprarla hoy, habría llamado a un camión de mudanzas. Ahora ya no hay tiempo de llevar las cosas hasta la nueva casa. – Dije.
- No hay problema. – Dijo Gabriel. – Tengo un amigo que tiene un camión, le puedo pedir ese favor… Bueno si es que ustedes quieren mudarse ya.
- ¿Nos estas corriendo Gabriel Zampini? – Dije en broma.
- No, claro que no. – dijo Gaby.
- Pienso que estaría bien. – opinó Sebas.
- Ok, entonces lo llamaré… aún es temprano son las 17:48 P.M.


  Todo era tan rápido. Hoy en la mañana me encontraba tirada en mi cama y ahora estoy mudándome.

  La cosa fue aún más rápida. El amigo de Gaby llegó en un dos por tres con su camión…   Hasta entonces yo aún seguía desocupando mi ropero y las cosas de mi habitación.

  Sebas, Gabriel y el amigo de mi hermano cargaron las cajas que ya estaban listas y los demás muebles de nuestra habitación.

  Luego de cargar todo emprendimos viaje a la nueva casa y descargamos todo. Por el momento lo único que haríamos sería armar nuestra cama, aún teníamos que pintar, re-decorar, limpiar, arreglar, todo.


- Bueno, hoy pasaremos nuestra primera noche en nuestra propia casa. – Dijo Sebas mirando hacia su alrededor.
- Sigo insistiendo que deberías haberme dicho que la comprarías. – Dije abriendo una caja. – Lo hacíamos más temprano y teníamos tiempo de limpiar.
- Carina, lo no planeado sale mucho mejor.
- Si pero…
- Shhhh. – colocó su dedo índice en mi boca. – Ahora tenemos la casa para nosotros dos. – besó cortamente mis labios.
- Ok. Supongo que tendremos que pedirle a Alejandro que nos dé un par de días para ocuparnos de nuestra casa. – suspiré.
- ¿Crees que lo hará?
- No lo sé.
- Yo creo que no. – Dijo sacando su remera.
- No creo que sea tan malo… Aparte él sabe que estamos con lo de nuestra boda.
- Mmmm, bueno eso lo hablaremos mañana. Ahora voy a darme una ducha. ¿Vienes conmigo? – Dijo haciendo una mueca de picardía.
- No pervertido. – dije riendo. – Voy a preparar la cena y luego voy a ducharme. – lo empujé levemente.
- Deja la cena para después. – tiró de mi brazo haciendo que quedara muy cerca de él. - Vamos a ducharnos. – susurró en mi oído, lo cual me estremeció.
- No, Sebastián. – dije con dificultad, ya que empezó a besar mi cuello. – lo dejemos para otro día. – Dije apartándome.
- ¿Por qué estas distante? – preguntó serio. - ¿Es por lo de esta mañana?
- No, eso ya pasó. Simplemente no… no tengo ganitas. – Expliqué.
- Vamos. Te conozco muy bien, algo sucede.
- No, es en serio. – sonreí. – No me siento muy bien, aún me duele la cabeza y… creo que debo ir a un médico. Me estoy sintiendo un poco rara.
- ¿Comiste algo que te cayó mal?
- Creo que sí… No lo sé.
- Ok, si tú lo dices… - Dijo subiendo las escaleras. – Voy a ducharme. – dijo serio.
- Ok.


  Fui hasta la cocina y toqué mi frente. Estaba volando en fiebre, pero ¿Por qué? De repente comencé a tener nauseas. Respiré hondo una y otra vez para hacer que esa horrible sensación desapareciera.

  Luego de unos minutos comencé a preparar la cena.

  Sebastián salió de ducharse y cenamos en silencio. Supongo que él pensaba que yo seguía molesta por lo de esa mañana pero realmente, no lo estaba solo quería un poco de tranquilidad…

  Terminamos de cenar, lavé los platos y luego fui a ducharme para acostarme a dormir. Sebas ya estaba en la cama recostado mirando una película.

  Había sido un día agotador, así que lo único que hice fue tirarme en la cama y cerrar mis ojos.

  Minutos después sentí como Sebastián se movía en la cama.


- Carina. – Murmuró.
- ¿Si?
- Te amo.
- Buenas noches, Sebas. – dije adormecida. No tenía conciencia de lo que decía o escuchaba sólo quería relajarme y dormir.


  Sentí como Sebastián se enderezaba y prendía la luz y fue cuando me di cuenta de que él se había ido y no volvía a la cama. Eso me indicaba que se había molestado.

  Suspiré pesadamente y me levanté a buscarlo.


- Sebas, Sebastián. – dije sujetándome de las paredes. – Vuelve a la cama, amor.


  Continué caminando en la oscuridad y gritándole a Sebastián que volviese a la cama.
Bajé por las escaleras y fui a la sala… estaba un poco aterrada, la casa era tenebrosa de noche.


- Sebas ¿Estás aquí? Sebastián, no es divertido. Tengo miedo.


  Continué caminando y llamando a Sebastián hasta que un fuerte mareo hizo que me sentara en el sofá. Definitivamente estaba enferma y tenía que ir a un médico.

  Traté de levantarme pero me desvanecí cayendo pesadamente en el piso…

Capitulo 11

  Sebastián estaba recargado en el auto, esperándome. En su rostro se notaba el nerviosismo, más bien diría miedo. Al verme rodeó silenciosamente el auto y entró.
El camino a casa fue silencioso, ninguno de los dos emitía sonido. Realmente no tenía ganas de discutir, mi cabeza me mataba y con lo que había pasado aún más.

  “– Y voy a hacer lo que SEA para que se fije en mí y parece que ya lo estoy logrando.” – esas palabras resonaban una y otra y otra vez en mi cabeza. ¿Sería posible? ¿Sería posible que él me dejara por ella? ¿Que se atrevería a destruir lo nuestro? ¿Estaría dispuesto a eso? La preocupación comenzó a carcomer mi cabeza cuando recordé que Anabel al conocernos me había mencionado que él era un mujeriego. Comencé a dudar… ¿y si él ya me había engañado años atrás? Tal vez yo estaba exagerando y desconfiando del hombre con el cual me iba a casar y a pasar una vida juntos, pero con lo que acaba de pasar… imposible no desconfiar. Tomé el valor de hablar.


- Sebastián. – dije calma.
- ¿sí?
- ¿Puedo preguntarte algo?
- Claro.
- ¿Tú realmente estas dispuesto a casarte conmigo?


  El paró el auto a un costado del tráfico y me tomó las manos mirándome a los ojos.


- Claro bebé, pero qué cosas dices. – dijo besando mis manos.
- Sabías que tú eres y fuiste mi primer novio ¿Verdad? – el asintió. – Bueno, creo que he sido sincera contigo todos estos años y quiero que tú también lo seas… Porque estoy harta de todo esto. – Las lágrimas comenzaron a salir. - ¿Tú tienes algo con Ivana? Dime la verdad.

Él abrió sus ojos hasta más no poder e inmediatamente negó con la cabeza. – No, claro que no mi amor - tomó mis mejillas. - ¿Cómo puedes desconfiar de mí? 

- ¿La encuentras atractiva?
- No, es linda pero, para que querría otra mujer cuando ya tengo a la más hermosa. – Trató de besarme, pero corrí mi rostro.
- Contéstame la última y te dejo en paz. – Dije limpiando las lágrimas que salían sin motivo alguno. Yo no quería llorar, porque me sentía vulnerable. - ¿Por qué te encontré a las risotadas con Ivana en el centro comercial? ¿Fuiste a encontrarte con ella? o ¿Fuiste a acompañarme.?
- Carina. – agachó la cabeza. – Te diré la verdad. – suspiró. – Si, fui a encontrarme con ella, me había enviado un mensaje diciendo si quería ir a tomar un café y de paso analizábamos el caso. Yo acepté porque no tenía nada que hacer. Pero también fui por cuidarte o piensas que no me preocupa que te hagan algo.

Quité lentamente su manos de las mías. – Entonces… ¿Por qué no me lo dijiste desde un principio?

- Porque te enojarías y no quería eso.
- Me mentiste. Ya comenzaste a mentirme…
- No, no te mentí.
- Tienes razón, Comenzaste a ocultarme cosas.
- Perdón, cariño. – Quiso besarme, pero nuevamente corrí mi rostro
- Sebastián, vámonos… mi cabeza me mata. – dije posando una mano en mi frente


  Sin decir nada y con una expresión muy rara en su rostro, volvió a arrancar retomando el camino a casa.

  Llegué a casa con una jaqueca impresionante. Lo único que hice fue tirar las bolsas de compras y subir a mi habitación a tomar un baño relajante. Luego salí y me tiré en mi cama, realmente no quería bajar a comer… Mi estómago estaba duro y el dolor de cabeza no disminuía.


- Carina... – Dijo Malena desde la puerta.
- ¿Sí?
-¿No bajas a comer?
- No, la verdad que no. – me senté en la cama cruzando mis piernas. – No me siento bien.
- ¿Quieres algún té o que te de un anti-ácido, anti-febril, o algo? – preguntó sentándose a mi lado.
- No, te lo agradezco, pero no se me apetece nada.
- Perdona que me entrometa pero… ¿Sucedió algo contigo y Seba? Él está un poco decaído y bueno tú… Estás rara.
- Las cosas entre Sebastián y yo… No van muy bien que digamos. – Dije bajando la mirada. – Yo creo, creo… que él bueno… No es que desconfíe, pero...
- Piensas que anda con otra. – Concluyó.
- Exacto. Y ya comenzó a ocultarme cosas y no me quiero imaginar cómo será cuando estemos casados.
- Yo creo que sólo es un mal entendido. Él te ama y mucho. – Refregó mi espalda. – Estaré abajo, por si necesitas algo. – dijo saliendo por la puerta.
- Gracias. – Sonreí.
- De nada, cariño.


  Me recosté mirando al techo y luego de un par de segundo cerré mis ojos.



***
  Me desperté por el rugir de mi estómago. Ya era hora de comer algo. Miré el reloj de la pared y marcaba las 16:34 P.M.

  -“Demonios.” – pensé. Ya iba a ser hora de ir a hablar con Marta por lo de la casa. Bajé las escaleras y Sebastián estaba tirado en el sillón viendo una película… Al parecer ya se había dormido y la película siguió su transcurso. Gabriel, Malena y Guille no aparecían. 
  
  Fui hasta la cocina y tomé un trozo de torta de chocolate que quedaba, luego volví hasta la sala a despertar a Sebastián.

  Llegué hasta donde él estaba recostado, a pesar de todo el enojo que aún tenía, debía admitir que se veía tierno.


- Ey Sebastián… - Murmuré acercándome. – Sebastián, despierta. – lo sacudí un poco.
-¿Ah? – Dijo enderezándose de golpe.


  Hizo tal movimiento torpe que caí encima de él con torta y todo. Comencé a reírme a carcajadas, mientras él trataba de entender lo que sucedía y para colmo su cara estaba embarrada de torta de chocolate.


- ¿Crees que es gracioso? – dijo tratando de no reír. 
- Sí que lo es. – dije quitando un poco de torta de su cara.


  Poco a poco se fue acercando hasta juntar nuestros labios, debía decir que el sabor de sus labios más el del chocolate era adictivo.


- Sebas. – Dije entre besos. – Debemos ir a ver la casa.
- Ok.

  
  Me levanté y acomodé mi ropa. Nos miramos y comenzamos a reírnos, ambos teníamos la cara con chocolate. Sebas parecía que se había hecho un facial y yo… Bueno aún no me había visto al espejo.

  Fui a cambiarme y luego fuimos juntos a ver a la Sra. Marta.



***
- Ok, Sr. Estevanez. – dijo con una gran sonrisa en su rostro. – Fue un gusto hacer negocios con usted. No se va a arrepentir, se lo aseguro.
- Creo que hice una compra muy buena.


  Luego de tener todos los papeles en mano y verificar que todo estuviese en orden. Nos quedamos solos en la gran casa.


- Wow. – Dije. – Aún no puedo creer que la compraste.
- No quería andar con muchas vueltas. – dijo abrazándome por la espalda.
- ¿Cuándo nos mudaremos?
- Cuando tú quieras. – Besó mi mejilla.