29 ago 2014

Capitulo 5

  Estábamos en camino a ver una casa, no quedaba tan lejos de la de Malena, sólo un par de cuadras. La dueña nos esperaba para conversar sobre las comodidades de la casa y conversar por el precio.

  Veníamos conversando de cualquier cosas, pero Sebas se percató de que un auto nos perseguía.


- Ey Sebas, te pasaste… Esa era la casa. – Apunté con mi dedo hacia atrás.
- Nos persiguen. – Dijo acelerando.

  Giré un poco y vi un auto negro todo polarizado que venía muy pegado a nosotros. Rápidamente me coloqué el cinturón de seguridad.


- Acelera. – Dije.


  Sebastián puso el cambio y aceleró esquivando a los demás autos. Era una persecución de película.
  Sebastián tomó rumbo hacía una carretera que conducía través de un bosque, con la esperanza de perderlos. Nos escondimos bien entre los arbusto y vimos a dos hombres bajarse de ese auto.
  Silenciosamente saqué mi cámara del bolso y comencé fotografiarlos hasta que se fueron.


- ¿Podemos salir? – preguntó Sebas.
- Si. – afirmé.


  Encendió el auto y salimos de vuelta a la carreta volviendo al destino anterior.


- Sebas baja tú y habla con la Dueña mientras yo le comunico a Alejandro sobre lo que ocurrió.
- Ok amor.


  Saqué mi teléfono y marqué el número de Alejandro.


- Cari. – dijo al contestar.
- Ale, sucedió algo…
- ¿Terminaste con Sebastián? – preguntó haciéndose el chistoso. – Dime qué es eso... – suplicó riendo.
- No seas boludo. – reí. – No, no es eso... Es otra cosa.
- ¿Qué?
- Ya se enteraron que andamos por detrás de Russo.
- ¿Cómo? – preguntó sorprendido.
- No lo sé, pero hace unos minutos nos persiguieron un par de hombres en un auto negro. – expliqué. – logramos escondernos en un busque, pude sacarles fotos a ellos y al auto.
- Mañana me las muestras.
- Ok, debo irme.
- una última cosa... – mencionó.
-¿Si?
- Considera la idea de dejar a Sebas. – dijo burlón.
- Ni en sueños. – reí. – Adiós. – colgué.


  Bajé del auto y fui en dirección donde Sebas y la dueña de la casa conversaban.


-Hola. –saludé cordialmente. – Soy Carina.
- Un gusto cariño. – dijo risueña. – Soy Marta.
- Un gusto.
- Le comentaba al joven todas las comodidades...
- ¿Podemos entrar a verla? – preguntó Sebastián.
- Claro. – Dijo.


  Vimos cada rincón de la casa, era muy acogedora y me traía recuerdos de la casa de mis padres.
  La casa tenía tres habitaciones, muy espaciosas. Las tres estaban en el piso de arriba junto con un baño que incluía una hermosa bañadera con regadera. La cocina era hermosa y lo que sería la sala tenía suficiente espacio como para poner dos sofás y decorarlo muy lindo.
  El fondo de la casa estaba lleno de verde, con unas cuantas flores plantadas y parecía haber una alberca un poco deteriorada, pero nada que no se pudiera arreglar. El precio parecía ser bastante razonable a comparación de otras casas que ya habíamos visitado.


- Muy bien. –dijo Sebas. – Yo creo que debemos hablarlo y tal vez vengamos de nuevo. –sonrió.
- No se preocupen. –dijo amable la señora. – sólo llámenme y los estaré esperando.


  Volvimos al auto.


- ¿Que te pareció? – preguntó entusiasmado.
- Esta muy linda, a mi si me gustó. Además la señora parece ser muy amable y simpática. – Sonreí.
- ¿Qué dices si hoy vamos a pasear?
- No lo creo.
- ¿Por qué?
- Seguramente ya saben que estamos detrás de Russo y no es muy seguro que andemos afuera. – expliqué. – Lo mejor será que volvamos a casa.
- Tienes razón. – Sonrió – Volvamos a casa. Pero antes de volver ¿Pasamos por un helado?
- ¡Si!


  Sebas sabía como consentirme, aunque no era necesario, sabía muy bien lo que a mí me gustaba y sabía cómo hacer que un momento cualquiera se volviera especial.
 
  Cuando volvimos a casa Malena y Gaby no habían vuelto. Comencé a preocuparme más de lo normal… Tal vez los habían emboscados o peor, tal vez habían atrapado al pequeño Guille.

  Comencé a pensar cosas y a imaginarme cosas hasta que yo misma dije:

- “¿Desde cuándo tan paranoica? – pensé. – No debo pensar en cosas malas, ellos están bien. En cualquier momento atravesaran la puerta de entrada.”


  Comencé a sentirme un poco rara, o mejor dicho bipolar.

  Busqué a Sebas y lo abracé y dejé besitos en sus mejillas, él solo reía sin entender.


- ¿Qué te sucede? – preguntó riendo.
- No lo sé. – reí sin dejar de besarlo.
- ¿Estas mimosa? – me abrazó.
- Si. – murmuré.
- Creo que ese helado te hizo mal.
- Si eso parece. – reí.


  Comenzamos a besarnos lentamente me recostando en el sofá, pero sólo siguió con besos tiernos. Minutos después la puerta se abrió.