21 ago 2014

Capitulo 4

  Iba a girar la perilla para entrar y encerrarme en el baño pero unos fuertes brazos me rodearon por las piernas y en un segundo me encontraba en los brazos de Sebastián.


- ¡Suéltame Estevanez! – Dije pataleando.
- Deja de patalear, o nos caeremos. – rió.


  No hice caso y seguí pataleando. Sebas tenía razón, nos caímos, pero en la cama. Él encima mío.


- Te fastidias rápido. – Dijo sonriendo.
- Apártate de mí. – dije poniendo mis manos sobre su pecho pero era imposible él era más pesado que yo.
- Ya te dije que solo te amo a ti. – besó mis labios.
- Yo también ya te dije que solo te amo a ti y que no siento nada por Alejandro. – puse mis manos sobre su cuello.
- No desconfío de ti. – Dije cambiando su expresión. – Desconfío de Alejandro… Es obvio que aún siente cosas por ti. – Frunció el ceño. – Y tú eres solo mía.
- Que yo me acuerde no me habías comprado. – reí.
- Tú eres mía. Mi propiedad. – Besó mi cuello. – Soy el único que te besa. – Dejó un beso en mis labios. – Que te acaricia. – dejo otro. – Que te hace el…
- ¡¡Bueno!! – dije colorada. – Ya entendí. Soy tuya. – reí.


  Sebas comenzó a besarme, besos que pronto fueron deslizándose por el cuello, hasta más abajo, Luego mi remera desapareció. Los besos subían cada vez más y más de tono.

  No sé en qué segundo Sebas hizo desaparecer sus pantalones, se colocó entremedio de mis piernas y continuó el beso esta vez pasando sus manos por mis piernas hasta llegar a los muslos.

  Él iba deshacerse de mi short cuando…


- Cari. – dijo Gaby del lado de afuera.


  Sebas y yo nos miramos-


- ¿Qué? – contesté sin apartar a Sebas de mi.
- ¿Puedo pasar?
- Mierda. – susurré. Sebas rió.
- Ábrele. – se colocó rápidamente sus pantalones. – Lo nuestro puede esperar... – me guiñó un ojo.


  Me puse mi remera y abrí la puerta.


- Que. – Dije molesta.
- Solo te quería a decir que Malena, Guille y yo saldremos a comer afuera. – “¿Y para eso me interrumpes?” pensé.
- A ok. – dije.
- Volveremos a la tarde.
- Sebas y yo saldremos, lleva tus llaves. – dije antes de volver a cerrar la puerta.
- Ok…


  Cerré la puerta y miré a Sebas quien ya estaba tirado en la cama viendo tele.


- Bajaré a hacer el almuerzo. – dije Saliendo de la habitación.


  Fui hasta la cocina y mientras cocinaba me dispuse a leer la copia que nos había dado Alejandro.
“Hernán Russo, es un prófugo de la justicia, por fraude y estafas a muchas personas, a quienes vendía escrituras de casas truchas, por mucho dinero, robo en diversos bancos (protagonista de una de las salideras de banco más importantes del año pasado), Asesino y violador serial,
abusó sexualmente a su hija y su esposa para luego asesinarlas y enterrarlas en patio trasero de su casa. Secuestro a varias menores y las introdujo en la trata de personas, dirigida por uno de sus tantos socios Diego Suarez […] “

  Unas manos deslizándose por mi cintura me sacaron de mis pensamientos, haciendo que la piel se me erizara.


- ¿Qué hacías linda? – susurró en mi oído sensualmente.
- Sebastián… Te dije mil veces que no hicieras esos… me provocas…
- ¿qué te provoco? – Dijo con una sonrisa burlona en su rostro.
- Cosas. – sonreí pícaramente.
- ¿Qué clase de cosas? – sonrió atrayéndome más hacía él.
- No son aptas para todo público. – reí.
- Estamos los dos solos. – susurró en mi boca.
- Debo hacer la comida… total, lo nuestro puede esperar. – Guiñe un ojo y reí yendo hacía la estufa a controlar las ollas.


  Luego de almorzar fuimos a la sala a seguir leyendo y analizando la copia de Alejandro. Estuvimos toda la siesta ocupados con el tema de Ruso y luego subí a bañarme para ir a ver lo de la casa.

  Estaba entusiasmada, solo faltaban un par de semanas para nuestra boda y ahora iríamos a ver la casa… La idea de formar una familia con él me llenaba de sensaciones.

  Seguía pensando y pensando o mejor dicho imaginando un futuro con Sebas, nuestro hijo corriendo por el jardín junto a su mascota, mientras Sebas le enseñaba a jugar al futbol… No sería la familia perfecta, pero sería una feliz.

  Unas manos en mi cintura me hicieron sobresaltar y cuando me di vuelta, Sebas se estaba metiendo en la ducha.


- ¿Qué haces? – dije sorprendida.
- Voy a bañarme. – Sonrió burlón.
- Pero… ¿No deberías esperar a que salga? – arqueé una ceja.
- Digamos que “Lo nuestro” ya no podía esperar más… - río.


  Juntos nos perdimos en una ola de deseo y lujuria…