Esperé a que Gabriel se fuera para darle un beso a Sebas.
- Te ves hermosa. – Sonrió.
- Gracias. – Dije sonrojada. – ¿Ya tienes todo?
- No aún me faltan un par de cosas. ¿Me quieres ayudar?
- Claro.
Entramos a la enorme mansión. Ya estaban los bocadillos y las
bebidas, sólo faltaba el equipo de música y esperar a que los invitados
llegaran.
Terminé de ayudar a Sebas y me fui al baño a cambiarme la
ropa. ( http://www.polyvore.com/cgi/set?id=45728610 ) Al abrir el bolso vi el
arma.
- ¿Lo hago ahora o lo hago después? – Me dije a mi misma
tomando el arma entre mis manos. Estábamos los dos solos era el momento
perfecto. Pero algo dentro de mí decía que dejara el arma en el bolso y
volviera con él al living. Suspiré, este no sería el momento, los invitados no
tardarían en llegar.
Bajé ya cambiada al living, Sebas estaba cambiando los canales
rápidamente si saber que yo estaba detrás de él.
- ¡BUU! – Lo asusté.
- ¡Carina! – Reí. – Casi me matas del susto. – Rápidamente
cambié mi expresión.
- Perdón, no me resistí. – Dije tratando de fingir una
sonrisa.
- Ok, te perdono. – Sonrió. – Pero mereces un castigo.
- ¿Un castigo?
- Si. – Dijo acercándose lentamente.
- ¿Qué clase de castigo?
- Cosquillas.
Se abalanzó sobre mí, mientras yo no paraba de reírme. Iba
retrocediendo con el fin de liberarme pero era imposible. Si darnos cuenta
caímos en el sofá. Nuestras miradas se conectaron. Él dejó de hacerme
cosquillas y yo de reír.
Posicionó sus manos a los costados y lentamente
comenzó a acercar sus labios condenadamente sensuales, pero antes de hacer
presión con los míos el timbre sonó. Sebas no hizo ningún intento por ir a
abrir la puerta.
- Sebas… - susurré.
- ¿Si?
- Ve a atender. – Dije riendo.
- Que espere un rato. – Dijo refunfuñando.
- No. – Dije apartándolo de mí. – Ve a ver.
Se paró rezongando como un niño pequeño. Después de unos
minutos Juan y Pablo entraron a la sala.
- Hola Cari. – Dijo Juan.
- Hola ¿Cómo están?
- Bien y ¿Tú?
- Bien, Juan… ¿No sabes nada de Anabel? – Pregunté.
- No, ya no me contesta los mensajes desde ayer. – Dijo algo
apenado.
- Yo no la veo de hace días.
Continuamos conversando hasta que más invitados llegaron. La
música comenzó a sonar y los chicos comenzaron a bailar.
Pasaron las horas y la casa estaba que explotaba de
adolescentes ebrios y parejas que se besaban en las escaleras y la parte
trasera del jardín. La estaba pasando de maravilla aunque el nerviosismo no se
iba de mi cabeza. Jamás iba a poder matar a Sebas con toda esta cantidad de
gente.
Estaba buscando a Sebastián, no sabía donde se había metido.
Hasta que…
- Hey linda. – un chico ebrio me tomó del brazo.
- Suéltame. – Dije forcejeando.
- Ni lo pienses, esta noche nos divertiremos. – Dijo alzándome
en sus hombros.
- ¡SUÉLTAME ESTÚPIDO! – Decía pataleando, pero no había caso.
- Más te vale que sueltes a mi novia. – Sentí la voz de Sebastián.
- ¿Es tu novia? – Rió sarcásticamente. – Ella se viene
conmigo. – Me bajó pero aún me tenía sujeta del brazo.
Iba a hacerle una llave de Kun fu pero Sebastián se adelantó
pegándole en el rostro haciendo que cayera. Rápidamente me liberé y me fui con Sebas.
El chico ebrio se levantó como pudo y le desvió el golpe haciendo que el labio
de Sebas sangrara. Él se levantó rápido para volver a pegarle pero lo detuve.
- No Sebas, no vale la pena.
- Déjame romperle la cara. – Dijo enfurecido.
- Ven, Juan y Pablo se encargaran de echarlo… - Dije tirando
de su hombro.
Lo tomé de la mano y subimos hasta su habitación.
- ¿Para qué me traes aquí? - Preguntó confundido.
- Voy a curarte. – Dije agarrando un trapo.
- No es necesario. – Sonrió.
- Si lo es. – Dije sentándome a su lado. – Tú me defendiste.
Gracias.
- No es nada.
Comencé a limpiar suavemente su herida.
- ¿Te acuerdas esa ves que te caché mirándome cuando lavaba el
auto? – dijo divertido.
- Si. Me había chocado con el poste por mirarte. – Mencioné
riendo.
Lentamente Sebas comenzó a acercarse hasta besar mis labios.
Automáticamente posé mis manos en su nuca mientras el acariciaba mi cintura. El
beso se tornó más apasionado a medida que nuestras ropas iban desapareciendo.
Cada caricia, cada beso, cada vez que hacía contacto con mi piel se sentía como
una descarga eléctrica placentera e insaciable. Mis manos recorrían su espalda
desnuda. Sebas se apartó de mí con la respiración agitada. Sus ojos estaban
obscuros por la lujuria del momento.
- ¿Qué haces? – Dije sedienta de más caricias y besos.
- ¿Segura que quieres hacer esto?
- Si.
Hoy sería la noche. Por lo menos lo disfrutaría antes de tener
que obligadamente deshacerme de él.
- Ok. – Estiró su mano hasta su mesa de luz y del cajón sacó
un sobre plateado - Te juro que haré de esta noche inolvidable para ti. –
Susurró sobre mis labios antes de volver a besarlos.