Estaba sentada en mi cama pensando una estrategia para esta
noche. Finalmente había decidido. Estevanez debía morir junto con su padre.
Aunque me doliera en lo más profundo debía hacerlo. Nunca dejaba un trabajo a
medias y esta no sería la excepción.
Mi celular comenzó a sonar. Miré la pantalla, decía Sebas.
Maldije en mi mente. ¿Justo ahora debía llamar?
- Hola. – Atendí.
- Amor, te extrañé. – Contestó del otro lado. Mi corazón se retorcía
ante esas palabras.
- Aww bebé, yo te extrañé más.
- ¿Como está tu tío? – preguntó preocupado.
- Está mejor. – Traté de parecer emocionada. – Ya puede
caminar.
- Que bueno. ¿Sabes que estoy preparando todo para la fiesta?
- ¿Si? No veo las horas de verte.
- Yo igual… Esta noche la pasaremos genial. – Dijo emocionado.
- Por supuesto.
- Te dejo, tengo que seguir con los preparativos.
- Ok, un beso.
- Chau, te amo. – Colgó.
¿Mis oídos habían escuchado bien? Él me había dicho te amo.
Suspiré. ¿Acaso podría ser peor?
- Cari, ¿Ya tienes tus cosas lista? – Preguntó Malena
entrando.
- Sí, creo.
- ¿Donde están?
- En… en… No lo sé.
- ¿No preparaste nada cierto? – Dijo Malena sentándose en mi
cama.
- No. – Dije ocultando mi rostro entre mis manos. – No quiero
hacerlo.
- Debes hacerlo. – Dijo Malena seria.
- Pero es que él no es malo… Él es dulce y tierno, es
inocente, no tiene nada que ver con lo que está haciendo su padre.
- Peor pronto lo hará.
- No lo hará, él no quiere saber nada con ese negocioso.
- Carina es tu trabajo debes completarlo.
- Pero no puedo matar a un inocente.
- Él es su cómplice, ¡COMPRENDELO! – Dijo Malena alterada. -
Él sólo finge amarte y quererte, te está llevando a una trampa.
- Estas equivocada. – Fruncí el seño. – Si me hubiese querido
matar lo hubiese hecho hace mucho tiempo. – Malena negó con la cabeza.
- ¿Sabes qué? Haz lo que quieras. – Dijo saliendo por la
puerta.
Desde cuando se puso tan fría y sería. Pateé la silla de mi
tocador. Estaba tan confundida y enojada. Una mezcla de sentimientos pasaban
por mí. Tomé un arma y unas cuantas balas, las dejé en mi bolso, luego puse
algo de ropa, por las dudas. Esta noche acabaría todo y volvería a mi
apartamento, con mi vieja ropa, mi vieja habitación y mi vida normal.
Bajé las escaleras y allí estaba Gabriel hablando por
teléfono. Seguramente era el jefe.
- ¿Ya estas lista? – Preguntó luego de colgar.
- Si, eso creo. – Dije cabizbaja.
- ¿Qué ocurre?
- Nada.
- Ven… - Dijo sentándose en el sofá. Fui lentamente y me senté
a su lado. – Sabes que no es costumbre que hablemos o que te de consejos pero…
Supongo que ahora necesitas uno.
- Sí, creo.
- Sigue a tu corazón, Cari. No importa si nos despiden, o no
nos pagan. Siempre nos tendremos el uno al otro. – Sonrió.
- Te amo hermano. – Lo abracé.
- Yo también hermanita. – Acarició mi cabello. – En unas horas
nos vamos.
- Ok. – Dejé mis cosas en el auto y volví a la casa.
Estaba pasando los canales rápidamente cuando mi celular sonó.
- Hola.
- Cari – Exclamó.
- Ana... ¿Qué sucede?
- ¿Vas a la fiesta de Pedro?
- Si y ¿Tú?
- No lo sé… pero debo decirte algo.
- De que se trata.
- Es sobre… *tu tu tu. – Colgó.
- ¿Anabel? ¿Estás ahí?
Algo andaba mal, o tal vez sólo se le había acabado el
crédito.
- Carina – Gritó Gabriel. – Vamos ya es hora. – Suspiré.
Tomé mi teléfono que yacía en la cama y bajé las escaleras.
- ¿Lista? – Dijo Gabriel.
- Si.
En menos de diez minutos llegamos a la casa de Estevanez. Tomé
mi bolso y baje