20 abr 2014

Epilogo

  Cinco años, cinco años pasaron ya desde aquel suceso trágico, pero sin embargo la felicidad reinaba.

  Gabriel y Malena, estaban comprometidos, dentro de unos meses se casarían. El jefe nos había pagado la mitad de lo acordado al principio ya que solo habíamos hecho la mitad del trabajo, pero comprendió que Sebastián no tenía nada que ver con el negocio de su padre.
  
  Mientras Sebastián  y yo… seguíamos de novios, nos graduamos juntos y entramos a trabajar a la agencia. Nos iba bien, muy bien… a pesar de todo lo ocurrido éramos felices.

  Gabriel había vendido nuestro viejo apartamento y nos quedamos en casa de Malena quien nos recibió con los brazos abiertos. Otra nueva noticia que me habían dado es que iba a ser tía. Todo iba de maravilla hasta que…

  Estaba tratando de cocinar. Malena y Gabriel habían ido al médico a hacer sus controles y con Sebas moríamos de hambre.


- ¡Carina! ¡AYUDA! – Gritó Sebas desde el piso de arriba.


  Dejé todo y salí corriendo a ver qué es lo que sucedía.


- ¿Que sucede? – Vi a Sebas tirado en el piso.
- Atrás tuyo. - señaló.


  Di media vuelta y vi un cartel enorme que decía:


 “¿QUIERES CASARTE CONMIGO?”


  Mis ojos se cristalizaron de la emoción.


- ¿Qué dices? – susurró en mi oído.
- Digo que… ¿No se te ocurrió otra forma de pedírmelo? – reí.
- No soy tan creativo. –rió. – ¿Y? ¿Quieres casarte conmigo?
- Si. – Me abalancé sobre él besándolo.
- Pienso que tu hermano me matará. – Rió.
- Pienso que deberías callarte y besarme. – Sonreí, rodeando su cuello.
- Ok, si tu quieres…


  Todo en la vida cambia, ya sea para bien o para mal. Pero todo el mundo encuentra el amor. Como yo, que lo encontré siendo una agente encubierta…






  Espero que le haya gustado y que hayan disfrutado como yo esta novela. Besos J

  Daii

PRONTO LA 2da temporada

Capitulo 30

  Me desperté envuelta en las sábanas blancas de Sebas. Él aún dormía, como un ángel. Esa noche había sido la mejor noche de mi vida. Giré mi rostro para ver el reloj de la pared de la habitación de él. 10:30 hs


 - ¡Dios! – Susurré. – Gabriel debe estar preocupado. – Tomé mi celular.


  Tenía más de diez mensajes y llamadas perdidas de Gabriel y Malena. Apagué el celular. Era hora de completar mi misión. Me levanté sin hacer ruido y me cambié la ropa. Busqué mi bolso para sacar el arma. Cuidadosamente coloqué las balas y me fui hasta el lado de la cama de Sebastián. Me senté y lo vi, tan perfecto como él sólo. Varias lágrimas recorrían incesantemente mis mejillas.


 - Muy bien, es hora. – Apunté directamente en su frente. – Supongo que te extrañaré.


  Miré dos segundos su rostro y… tomé con fuerza el arma decidida a apretar el gatillo.


- No puedo. – Suspiré. – No puedo hacerlo.


  Bajé el arma y me la coloqué en la cintura. Primero iría por su padre.



                                – Narra Sebastián –


  10:11 de la mañana. El movimiento de Cari entre las sábanas me había despertado. Aún no podía creer que me había entregado su más preciado tesoro a mí y cada vez más me convencía de que la amaba más y más.

  Estaba perdidamente mirándola dormir, se veía tan linda con sus cabellos revueltos… hasta que se movió despertándose, decidí hacerme el dormido.

  Sentí como se levantaba de la cama e iba por su bolso. Entre abrí los ojos y la vi cambiarse, tenía unas ganas tremendas de ir abrazarla por detrás, pero luego vi cuando sacó un arma del su bolso.

  - ¿Qué demonios…? – pensé. Luego caí en la cuenta de que ella era la agente que papá quería asesinar, ahora iba a ser yo el asesinado. Quería salir corriendo pero también fallaría en el intento. Me quedé quieto fingiendo dormir y luego sentí como se sentaba en la orilla de la cama.

  - Este es mi fin. – Pensé. Pero luego la oí arrepentirse. – Aún me ama. – Un brillo de esperanza nacía en mi interior. 

  Sentí como la puerta se abría.

  Rápidamente tomé un pantalón y una remera. Fui silenciosamente hasta el armario de papá y saqué un arma. Luego fui cautelosamente detrás de Carina.
  
  Observe como entraba en la habitación de papá.


- ¿Qué hace ahí? – Me pregunté.


  Vi como mi padre entraba y cerraba la puerta.


- Oh no. – Susurré. Fui hasta ahí y me pegué bien contra la puerta para escuchar.




                             – Narra Carina. –

  Entré en la habitación de su padre. Tal vez ya habrían llegado. No había nadie en la habitación, que raro, según Sebas volvían en la mañana. ¿Habría sido una trampa?

  Miré por debajo de la cama, en el ropero, en el baño privado pero no había nada. Cuando salí…


- Así quería encontrarte perra. – Me giré rápidamente.
- Nos volvemos a ver las caras sr. Estevanez. – Sonreí sarcásticamente.
- Veo que ya estuviste con mi hijo. ¿Seguro lo mataste verdad?
- Quería venir por el premio gordo.
- ¿Como están tus padres? – rió sonoramente.
- ¡Hijo de puta! ¿Cómo te atreves a nombrarlos? – grité alterada.
- ¿Pensaste que no te reconocería el primer día que te vi con mi hijo? – se acercó. – Tienes la misma cara de tu madre y los ojos de tu padre.
- No de ni un solo pasó más o su cabeza volara. – Dije sacando el arma y apuntándolo.
- ¿Crees que te tengo miedo? – Rió y sacó un arma de su cintura. - ¿Qué hará la valiente Carina? ¿Saldrás corriendo como el cobarde de tu padre?


  La rabia me consumía, no aguanté y le pegué un puñetazo tirándolo al suelo, su nariz sangraba pero en su rostro aún había una sonrisa.


- Aún no entiendo cómo me descubriste. – Dije.
- Tal vez tu amiga te lo pueda decir. – Abrí mis ojos.
- Anabel… - Mencioné. Anabel me había entregado, una sensación de decepción atravesaba mi cuerpo.


  Un fuerte dolor se apoderaba de mi pómulo. Quique Estevanez me había encontrado con la guardia abajo. Caí al piso y luego pateó el arma que se encontraba en mi mano. Estaba totalmente indefensa.


- Matarte será tan fácil como cuando maté a tus padres. – Me apuntó con su arma. – ¿Alguna última palabra? – Sonrió.
- Púdrete en el infierno. – Lo escupí. Cerré mis ojos esperando que el disparó saliera, hasta que un estruendoso ruido se escuchó. Me quedé inmóvil tres segundos y luego abrí lentamente mis ojos.


  Vi como el cuerpo del señor Estevanez estaba tumbado a mi lado y un charco de sangre se empezaba a formar. Inmediatamente dirigí mi mirada hacía el frente y vi a Sebastián sosteniendo un arma. Él había salvado mi vida. O tal vez no…


- Sebastián… - Susurré. Él seguía apuntándome con la pistola. Se acercó.
- Me mentiste, me engañaste, me enamoraste, ibas a matarme…
- Anda, dispara. – Pausé. – Me lo merezco.
- Si, pero ¿Sabes que es lo peor de todo?
- ¿Qué?
- Que aún te sigo amando. – Tiró la pistola a un costado y me tomó de la cintura uniendo nuestros labios en un beso. Al principio estaba quieta, sorprendida por la reacción de Sebastián y luego le seguí el beso.

- ¿Por qué sigues haciendo esto? – Pregunté cuando me separé de él.
- Porque yo haría cualquier cosa por ti.
- Pero es tu padre…
- El mató a los tuyos. – Dijo agachando cabeza. – Él se lo merecía más que nadie.

  Unas sirenas se escucharon afuera, le dije a Sebas que se calmara. Que yo arreglaría todo y me haría cargo de todo.   
  Después de hablar con los policías y explicarles la situación, se llevaron el cadáver.  Urgentemente llamé a Gabriel y le conté lo sucedió, me dijo que lo esperara que él llegaría en un min.

  Esperé un rato y luego vi bajar a Gabriel de su auto.


- Gab… - Pero él me interrumpido abrazándome fuertemente.
- Tenía tanto miedo por ti. Me asuste. ¿No te hicieron nada? ¿Qué pasó? ¿Y Sebasitán? ¿Dónde está? – Preguntó.
- Hey tranquilo… – Reí. – No me hicieron nada, él está declarando con la policía.
- ¿Por qué demonios no atendías el celular? – Dijo con el seño fruncido.
- Lo apagué.
- Bueno, lo importante es que estas sana y salva. – Me volvió a abrazar.
- Ah… disculpen la interrupción. – Dijo un policía. – tengo entendido que usted también es un colega. – Se dirigió a Gabriel.
- Si.
- Puede venir unos segundos.
- Claro.


  Vi a Sebastián sentado en el cordón de la calle.


- Hey ¿Que sucede?
- Mamá no vendrá. – suspiró. – No quiere saber nada de lo que pasó.
- Eso podemos solucionarlo.
- ¿Cómo?
- Te puedes quedar con nosotros. – Sonreí.
- No quiero ser un problema…
- No lo eres.
- ¿Segura?
- Segurísima.


  Sebastián me abrasó, era un abrasó lleno de ternura.


- Gracias. – Murmuró.

- De nada. —

Capitulo 29

  Esperé a que Gabriel se fuera para darle un beso a Sebas.


- Te ves hermosa. – Sonrió.
- Gracias. – Dije sonrojada. – ¿Ya tienes todo?
- No aún me faltan un par de cosas. ¿Me quieres ayudar?
- Claro.


  Entramos a la enorme mansión. Ya estaban los bocadillos y las bebidas, sólo faltaba el equipo de música y esperar a que los invitados llegaran.

  Terminé de ayudar a Sebas y me fui al baño a cambiarme la ropa. ( http://www.polyvore.com/cgi/set?id=45728610 ) Al abrir el bolso vi el arma.


- ¿Lo hago ahora o lo hago después? – Me dije a mi misma tomando el arma entre mis manos. Estábamos los dos solos era el momento perfecto. Pero algo dentro de mí decía que dejara el arma en el bolso y volviera con él al living. Suspiré, este no sería el momento, los invitados no tardarían en llegar.


  Bajé ya cambiada al living, Sebas estaba cambiando los canales rápidamente si saber que yo estaba detrás de él.


- ¡BUU! – Lo asusté.
- ¡Carina! – Reí. – Casi me matas del susto. – Rápidamente cambié mi expresión.
- Perdón, no me resistí. – Dije tratando de fingir una sonrisa.
- Ok, te perdono. – Sonrió. – Pero mereces un castigo.
- ¿Un castigo?
- Si. – Dijo acercándose lentamente.
- ¿Qué clase de castigo?
- Cosquillas.


  Se abalanzó sobre mí, mientras yo no paraba de reírme. Iba retrocediendo con el fin de liberarme pero era imposible. Si darnos cuenta caímos en el sofá. Nuestras miradas se conectaron. Él dejó de hacerme cosquillas y yo de reír. 
Posicionó sus manos a los costados y lentamente comenzó a acercar sus labios condenadamente sensuales, pero antes de hacer presión con los míos el timbre sonó. Sebas no hizo ningún intento por ir a abrir la puerta.


- Sebas… - susurré.
- ¿Si?
- Ve a atender. – Dije riendo.
- Que espere un rato. – Dijo refunfuñando.
- No. – Dije apartándolo de mí. – Ve a ver.


  Se paró rezongando como un niño pequeño. Después de unos minutos Juan y Pablo entraron a la sala.


- Hola Cari. – Dijo Juan.
- Hola ¿Cómo están?
- Bien y ¿Tú?
- Bien, Juan… ¿No sabes nada de Anabel? – Pregunté.
- No, ya no me contesta los mensajes desde ayer. – Dijo algo apenado.
- Yo no la veo de hace días.


  Continuamos conversando hasta que más invitados llegaron. La música comenzó a sonar y los chicos comenzaron a bailar.

  Pasaron las horas y la casa estaba que explotaba de adolescentes ebrios y parejas que se besaban en las escaleras y la parte trasera del jardín. La estaba pasando de maravilla aunque el nerviosismo no se iba de mi cabeza. Jamás iba a poder matar a Sebas con toda esta cantidad de gente.

  Estaba buscando a Sebastián, no sabía donde se había metido. Hasta que…


- Hey linda. – un chico ebrio me tomó del brazo.
- Suéltame. – Dije forcejeando.
- Ni lo pienses, esta noche nos divertiremos. – Dijo alzándome en sus hombros.
- ¡SUÉLTAME ESTÚPIDO! – Decía pataleando, pero no había caso.
- Más te vale que sueltes a mi novia. – Sentí la voz de Sebastián.
- ¿Es tu novia? – Rió sarcásticamente. – Ella se viene conmigo. – Me bajó pero aún me tenía sujeta del brazo.


  Iba a hacerle una llave de Kun fu pero Sebastián se adelantó pegándole en el rostro haciendo que cayera. Rápidamente me liberé y me fui con Sebas. El chico ebrio se levantó como pudo y le desvió el golpe haciendo que el labio de Sebas sangrara. Él se levantó rápido para volver a pegarle pero lo detuve.


- No Sebas, no vale la pena.
- Déjame romperle la cara. – Dijo enfurecido.
- Ven, Juan y Pablo se encargaran de echarlo… - Dije tirando de su hombro.


  Lo tomé de la mano y subimos hasta su habitación.


- ¿Para qué me traes aquí? - Preguntó confundido.
- Voy a curarte. – Dije agarrando un trapo.
- No es necesario. – Sonrió.
- Si lo es. – Dije sentándome a su lado. – Tú me defendiste. Gracias.
- No es nada.


  Comencé a limpiar suavemente su herida.


- ¿Te acuerdas esa ves que te caché mirándome cuando lavaba el auto? – dijo divertido.
- Si. Me había chocado con el poste por mirarte. – Mencioné riendo.


  Lentamente Sebas comenzó a acercarse hasta besar mis labios. Automáticamente posé mis manos en su nuca mientras el acariciaba mi cintura. El beso se tornó más apasionado a medida que nuestras ropas iban desapareciendo. Cada caricia, cada beso, cada vez que hacía contacto con mi piel se sentía como una descarga eléctrica placentera e insaciable. Mis manos recorrían su espalda desnuda. Sebas se apartó de mí con la respiración agitada. Sus ojos estaban obscuros por la lujuria del momento.


¿Qué haces? – Dije sedienta de más caricias y besos.
- ¿Segura que quieres hacer esto?
- Si.


  Hoy sería la noche. Por lo menos lo disfrutaría antes de tener que obligadamente deshacerme de él.



- Ok. – Estiró su mano hasta su mesa de luz y del cajón sacó un sobre plateado - Te juro que haré de esta noche inolvidable para ti. – Susurró sobre mis labios antes de volver a besarlos.

Capitulo 28

  Estaba sentada en mi cama pensando una estrategia para esta noche. Finalmente había decidido. Estevanez debía morir junto con su padre. Aunque me doliera en lo más profundo debía hacerlo. Nunca dejaba un trabajo a medias y esta no sería la excepción.

  Mi celular comenzó a sonar. Miré la pantalla, decía Sebas. Maldije en mi mente. ¿Justo ahora debía llamar?


- Hola. – Atendí.
- Amor, te extrañé. – Contestó del otro lado. Mi corazón se retorcía ante esas palabras.
- Aww bebé, yo te extrañé más.
- ¿Como está tu tío? – preguntó preocupado.
- Está mejor. – Traté de parecer emocionada. – Ya puede caminar.
- Que bueno. ¿Sabes que estoy preparando todo para la fiesta?
- ¿Si? No veo las horas de verte.
- Yo igual… Esta noche la pasaremos genial. – Dijo emocionado.
- Por supuesto.
- Te dejo, tengo que seguir con los preparativos.
- Ok, un beso.
- Chau, te amo. – Colgó.


¿Mis oídos habían escuchado bien? Él me había dicho te amo. Suspiré. ¿Acaso podría ser peor?


- Cari, ¿Ya tienes tus cosas lista? – Preguntó Malena entrando.
- Sí, creo.
- ¿Donde están?
- En… en… No lo sé.
- ¿No preparaste nada cierto? – Dijo Malena sentándose en mi cama.
- No. – Dije ocultando mi rostro entre mis manos. – No quiero hacerlo.
- Debes hacerlo. – Dijo Malena seria.
- Pero es que él no es malo… Él es dulce y tierno, es inocente, no tiene nada que ver con lo que está haciendo su padre.
- Peor pronto lo hará.
- No lo hará, él no quiere saber nada con ese negocioso.
- Carina es tu trabajo debes completarlo.
- Pero no puedo matar a un inocente.
- Él es su cómplice, ¡COMPRENDELO! – Dijo Malena alterada. - Él sólo finge amarte y quererte, te está llevando a una trampa.
- Estas equivocada. – Fruncí el seño. – Si me hubiese querido matar lo hubiese hecho hace mucho tiempo. – Malena negó con la cabeza.
- ¿Sabes qué? Haz lo que quieras. – Dijo saliendo por la puerta.


  Desde cuando se puso tan fría y sería. Pateé la silla de mi tocador. Estaba tan confundida y enojada. Una mezcla de sentimientos pasaban por mí. Tomé un arma y unas cuantas balas, las dejé en mi bolso, luego puse algo de ropa, por las dudas. Esta noche acabaría todo y volvería a mi apartamento, con mi vieja ropa, mi vieja habitación y mi vida normal.

  Bajé las escaleras y allí estaba Gabriel hablando por teléfono. Seguramente era el jefe.

- ¿Ya estas lista? – Preguntó luego de colgar.
- Si, eso creo. – Dije cabizbaja.
- ¿Qué ocurre?
- Nada.
- Ven… - Dijo sentándose en el sofá. Fui lentamente y me senté a su lado. – Sabes que no es costumbre que hablemos o que te de consejos pero… Supongo que ahora necesitas uno.
- Sí, creo.
- Sigue a tu corazón, Cari. No importa si nos despiden, o no nos pagan. Siempre nos tendremos el uno al otro. – Sonrió.
- Te amo hermano. – Lo abracé.
- Yo también hermanita. – Acarició mi cabello. – En unas horas nos vamos.
- Ok. – Dejé mis cosas en el auto y volví a la casa.


  Estaba pasando los canales rápidamente cuando mi celular sonó.


- Hola.
- Cari – Exclamó.
- Ana... ¿Qué sucede?
- ¿Vas a la fiesta de Pedro?
- Si y ¿Tú?
- No lo sé… pero debo decirte algo.
- De que se trata.
- Es sobre… *tu tu tu. – Colgó.
- ¿Anabel? ¿Estás ahí?


  Algo andaba mal, o tal vez sólo se le había acabado el crédito.


- Carina – Gritó Gabriel. – Vamos ya es hora. – Suspiré.


  Tomé mi teléfono que yacía en la cama y bajé las escaleras.


- ¿Lista? – Dijo Gabriel.
- Si.



  En menos de diez minutos llegamos a la casa de Estevanez. Tomé mi bolso y baje

Capitulo 27

- No lo puedo creer… - Dijo sorprendida.
- Yo tampoco no sé cómo pudieron haberse enterado. – Tomé mi cabeza entre las manos.
- Hablo de que ¿Como hizo Estevanez para evadir las cámaras y subir hasta tu balcón?
- Malena – protesté. – Eso es lo de menos.
- Que haremos…
- Debo decírselo a Gabriel.
- ¿Sabes que va a matarte si se entera?
- Si, pero estamos en peligro. Y no voy a poner en peligro a lo más cercano que tengo como familia, que son ustedes. – Malena sonrió.
- Nos iremos de viaje. – Propuso.
- Y ¿Que sucederá con la misión?
- Volveremos cuando sea la fiesta. Tú nos dijiste que los padres de Sebastián saldrían y por eso el hacía la fiesta.
- Si pero, yo... yo… - Tartamudeé.
- Que cosa.
- Tengo miedo. – Susurré.
- ¿Y?
- No me gusta.
- Es normal tener miedo o sentir nerviosismo. – Dijo Malena reconfortándome.
- Gracias. – Sonreí.
- Supongo que ahora tienes que decirle a tu hermano.
- Si iré ahora…


Se lo comuniqué a Gabriel. Iba cambiando de expresión a medida que iba relatando la historia. Luego terminó corriéndome por toda la cosa, hasta que Malena lo hizo entrar en razón y se tranquilizó.


- Preparen sus cosas. – Dijo Gabriel. – Nos iremos un par de días al campo.


Subí a mi habitación y preparé mis cosas. Le dejé un mensaje a Sebastián diciéndole que me iba al campo por un tío enfermo pero que volvería para su fiesta. Él lo comprendió.
Subimos las maletas y Gabriel emprendió camino hacía la ruta.

Después de cinco días estábamos volviendo. Mi espalda me dolía ya eran muchas horas de viaje y no había me había estirado en todo el trayecto. Por suerte ya llegábamos a casa.

Entramos. La casa seguía tal y como la habíamos dejado. Gabriel fue directo a revisar las cintas de video y se dio con la sorpresa de que tres veces entraron unos hombres a la casa pero no se llevaron nada. Al parecer venían por mí. Gabriel frunció el seño al ver esas cintas.


- No le digas a Estevanez que llegaste. Esta noche dormirás conmigo.
- ¿Malena también duerme con nosotros? – Pregunté riendo recordando aquella vez.
- Que chistosa. – Dijo mirándome serio, pero en su boca había una sonrisa escondida.


Esa noche dormí con Gabriel y me juré nunca más dormir con él. Fue la noche más incomoda de mi vida. Me había empujado tres veces casi tirándome de la cama. Atravesó su pierna cerca de mi cara, la cual quité rápidamente y la frutilla del postre, roncaba. Yo no tenía idea de cómo Malena podía dormir con esa bestia. Pude cerrar mis ojos cuando Gabriel se levantaba, así que me quede un poco más que ellos dos.

El olor a pollo frito me despertó, entré al baño, me lave la cara, los dientes, me peine un poco y bajé. Gabriel miraba tele mientras Malena cocinaba.


- Lindas ojeras. – Rió Malena viéndome.
- Es gracias a Gabriel.
- ¿Yo? ¿Por qué?
- Nunca más dormiré contigo – protesté. – No sé cómo puedes aguantarlo – Me dirigí a Malena. Ella rió.


El día continuó normal. Tipo 15:45 comencé a rogarle a Gabriel que me dejara mandarle un mensaje a Sebas ya que él tenía mi celular y se negaba cada vez que se lo repetía.


- Gabriel – Volví a suplicar.
- No Carina, ya dije que no.
- Por favor
- No.
- Anda ¿Si?
- No.
- ¿Si?
- No.
- Por fa
- Esta bien – Dijo cansado. – Toma.


Sonreí victoriosa y comencé a teclear el texto para enviarle. Le preguntaría si tenía ganas de ir a tomar un helado o un refresco antes de ir a su fiesta. En el momento justo que iba a enviarlo un cartel enorme apareció en la pantalla de mi celular.

“USTED NO POSEE CRÉDITO”


- Mierda. – Maldije.


Subí a mi habitación y me puse a pensar en la fiesta.



- Hoy será el final de todo. De esta misión, de esta mafia y sobre todo de este amor. – Susurré tirada en mi cama.