- El Sr. Williams nos dio ésta dirección, para continuar con
nuestro trabajo. – Dijo Gabriel.
- Si, ya me explicó todo.- Dijo sentándose en el sofá. –
Siéntense por favor. – Dijo apuntando unos sillones. – Mi nombre es Malena
Scarpa, como los Estevanez viven en la cuidad donde están más propensos a sus
enemigos decidieron venir a vivir a su casa de fin de semana, que es aquí a 3
cuadras. Mi consejo es que se queden aquí hasta que terminen su misión. Además
la escuela donde va Sebastián queda cerca de aquí. No tendrán que ir y volver.
– explicó.
- Está bien, estamos de acuerdo. – dijimos al mismo tiempo. –
Pero, no tenemos nuestra ropa.
- No te preocupes, yo ya me encargué de eso. – dijo sonriendo.
– les compré ropa nueva.
- No era necesario. – Dije fría.
- Si lo era. – Dijo ella seria. – Mírate como te vistes… -
Dijo examinándome. – Disculpa pero pareces una vieja de 50 años…
- ¿QUE? – Dije molesta.
- Carina cálmate. – dijo Gabriel tomando mi mano.
- Se está ganando una paliza Gabriel…- Susurré.
- Bueno, pueden ir a ver sus habitaciones. – Dijo levantándose
del sofá.
Nos indicó cuales eran las habitaciones para cada uno.
Entré lentamente, la habitación era de color rosado pastel y
los muebles eran blancos. Había una cama Matrimonial con sabanas blancas y
frazadas del mismo color que la pared, sobre ella 2 almohadones de terciopelo
fucsias. Enfrente de ella había un gran espejo con tocador. Un placar lleno de
vestidos y ropa de última moda y un hermoso balcón con vista al vecindario.
Era demasiado para mi gusto. Estaba acostumbrada a usar
siempre la misma ropa, la misma habitación gris y obscura, la misma cama
antigua de hierro. No éramos pobres, solo que nunca me gusto comprar cosas o
salir al Shopping, Vivía bien con lo que tenía… Era lo indispensable.
Mientras veía el placar con ropa vi un lindo vestido. Lo saqué
y lo examiné, era lindo… me recordaba a mamá. Ella usaba siempre vestidos, día,
noche, tarde… Pero usaba vestidos.
- ¿Te gusta? – Preguntó desde la puerta.
- ¿Por qué te molestas en hacer esto? – dije refiriéndome a la
habitación.
- Es lo que a una chica normal le gusta, ¿No es así? – Dijo
obviamente.
- Yo no soy una chica común y corriente a la que le gustan los
ponis, el maquillaje, los vestidos…
- ¿Por que eres tan fría? – Dijo entrando.
- Tengo mis motivos. – Dije seria. – Pero tendré que
conformarme con esto.
- ¿Te parece poco? – Dijo levantando una ceja.
- No Malena. Me parece demasiado… - Dije saliendo en busca de Gabriel.
Gabriel estaba en su habitación. Entré era realmente linda… a
demás de la cama y el placar tenía un control digital para monitorear todo.
Había muchas cosas tecnológicas. Una enorme pantalla plana se encontraba en
frente de la cama.
- Hola – Me dijo sonriendo. – No te vi entrar… ¿Que tal tu
habitación? – preguntó.
- Esta del asco… - Dije con una mueca.
- Vamos Carina no seas tan amarga. Seguro Malena la decoró
bien bonita. – dijo Riendo.
- No, la decoró como se le dio la reverenda gana. – dije
molesta.
- No seas amargada. – Dijo serio. – Ella está siendo muy dulce
con nosotros… - Dijo conectando un par de cables a la computadora.
- “Ella está siendo muy dulce con nosotros…” – Imité su voz. –
Me dijo vieja. – dije cruzándome de brazos.
- Y no se equivoca… - Dijo riendo.
- ¡Gabriel! – Exclamé enojada.
- Es una broma Carina. – Dijo abrasándome.
- Suéltame… me asfixias – Dije entre sus brazos.
Lo ayudé a terminar de instalar el sistema de monitoreo. Luego
salimos a instalar un par de cámaras por el vecindario y por fuera de la casa.
Cuando volvimos Malena estaba sirviendo la mesa.
- Siéntese chicos, el almuerzo ya está listo. – Dijo poniendo
un par de platos en la mesa.
Gabriel y yo nos miramos con los ojos bien abiertos. Nunca
comíamos en casa, y si lo hacíamos comíamos sándwiches de jamón. Nuestro
trabajo no nos daba mucho tiempo.
Nos sentamos en silencio. Malena había cocinado carne con una
especie de salsa de hierbas y papas.
- Esta delicioso. – Dijo Gabriel.
- Gracias. - dijo sonrojada.
- No tengo hambre. – Dije alejando el plato de mí.
- Pero solo has probado 2 bocados. – Dijo Malena.
- Con permiso. – Dije levantándome de la mesa.
Subí las escaleras. Esto me estaba haciendo mal. No era que
estaba feo, en realidad estaba riquísimo, sino que esto me estaba recordando a
mamá, Malena era como mi mamá reencarnada.
Salí hasta el balcón y mire el vecindario, niños jugando,
riendo, divirtiéndose… un pequeña lagrima se deslizó por mi mejilla, la cual
limpié bruscamente.
- Gabriel me contó lo que les pasó. – Dijo Malena a mi lado.
- ¿Todo? – pregunté.
- No, pero ahora se por lo menos porque eres tan fría…
- Escucha, lo siento… Sé que te trato mal pero… - me
interrumpió.
- ¿Extrañas a tu madre? – preguntó repentinamente.
- Demasiado. – Dije sollozando.
- Se como te sientes. – Me abrasó.
Me quedé inmóvil dos segundos. Luego me aferré a ella
llorando.
- ¿Llego en mal momento? – Preguntó Gabriel desde la puerta. —